La batalla de Malpaso

Por: Marcelino Martínez Sánchez.

La historia de la Revolución Mexicana registra la batalla de Malpaso como uno de los primeros y más importantes hechos de armas en los, inicios de la lucha armada de 1910.
Malpaso es un estrecho cañón de la serranía de Napavéchic, con una orientación oeste- este, que cubre una longitud aproximada de 4 km. a partir del puerto de Pedernales en el municipio de Guerrero y hasta Casa Colorada en el municipio de Cuauhtémoc.El citado puerto de Pedernales permite la observación física del parteaguas de la vertiente del Pacífico y la vertiente del interior, las aguas del Cañón de Malpaso escurren a la Laguna de Bustillos.
Es probable que el nombre del lugar se haya acuñada desde la Época Colonial por los guías de las conductas que transportaban los ricos cargamentos de metales procedentes de aquellos rumbos de la sierra o de quienes viajando hacia las misiones del Papigóchic o Sonora, seguían el camino real de La Purísima Concepción ( Guerrero ), sufriendo en ese lugar algún asalto u hostigamiento.
Durante la rebelión de Tomóchic en 1891, el gobierno porfirista envió una fuerza militar, para someter a los rebeldes serranos, al mando del capitán Francisco Castro, mismo que en la bitácora de campaña registra “ después de salir de Carretas, pasamos por el Puerto del Cerro del Pájaro, avanzamos por el llano de San Antonio, cruzamos el Cañón de Malpaso para llegar a Guerrero ”.
Desde 1900, diez años antes de la revolución, por Malpaso pasaba el ferrocarril del noroeste que había convertido a Miñaca en importante centro comercial y receptor del oro y la plata que iban con rumbo al Banco Minero de Chihuahua.
Como puede apreciarse, el lugar constituía un punto estratégico para encuentros bélicos, sumándose el aprovechamiento que del ferrocarril hicieron en su momento las tropas federales y revolucionarias.
Los hechos de Malpaso en diciembre de 1910, significaron mucho en la moral de los grupos revolucionarios, particularmente para los del Distrito Guerrero, porque posesionados del Cañón, la gente de José de la Luz Blanco, José Rascón Tena, Gabino Cano, Luis A. García, Heliodoro Olea, Marcelo Caraveo y con el apoyo oportuno de Pascual Orozco, el ejército federal fue derrotado apenas uno días después de la masacre de Cerro Prieto, el 11 de ese mes. Juan J. Navarro acuartelado en Pedernales decidió expulsar a los revolucionarios del lugar y salió el 16 a combatirlos, siendo derrotado en el puerto del mismo nombre. El militar solicitó refuerzos que le fueron enviados bajo el mando del coronel Martín Luis Guzmán, presentándose en dos trenes que a partir de San Antonio lo hacían lentamente, por la tarde del 18 trabaron feroz combate en lo más estrecho del Cañón, cayendo gravemente herido del coronel Guzmán, que días después moriría en Chihuahua capital. Derrotadas las tropas federales, huyeron rumbo a Bustillos, escapando gracias a la desobediencia de Blanco ante la orden superior de volar la vías.
La batalla de Malpaso alertó aún más al gobierno porfirista, que hizo llevar tropas desde el centro del país para reforzar Guerrero, que era dominado por los revolucionarios, el 26 de diciembre el ejército federal evita el enfrentamiento y rodean Malpaso, pero dos días después los rebeldes son expulsados del Cañón.


Referencias Bibliográficas:
“ Peleando en Tomóchic”. José Carlos Chávez.
“ Hechos Reales de la Revolución Mexicana” Alberto Calzadías Barrera.
“ Crónica de la Revolución ” Marcelo Caraveo.
“ Apuntes Históricos de la Revolución ” Heliodoro Olea Arias.

La batalla de Cerro Prieto

Por: Marcelino Martínez Sánchez
La dictadura porfirista caracterizada por la crueldad con que respondió a las inconformidades del pueblo, tuvo muchos aduladores que reconocieron a Porfirio Dìaz como “ el héroe de la paz”, en tanto que el pobre y analfabeta sabía por experiencia propia que la única paz que ofrecía el dictador, era la paz de los sepulcros.
El lema de “ mátalos en caliente ” lo acuñó tras la feroz represión aplicada a los rebeldes de Tomóchic y el enfermo castigo que dio a los huelguistas de Orizaba, Acayucan, Río Blanco y Cananea.
Injusticia y oprobio acumulados en minas, industrias, en tiendas de raya y el ejercicio caciquil de gobernantes que en la ciudad y el campo provocaron el alzamiento nacional convocado para el 20 de noviembre de 1910, siendo el pueblo de Chihuahua que en inmensa mayoría acudió no sólo oportuno sino con anticipación como sucedió en Cuchillo Parado, Chavarría y San Isidro.
Sabido es que el campo chihuahuense, principalmente la región noroeste fue la que más sangre aportó a la lucha revolucionaria, Chihuahua perdió lo mejor de su juventud , como pago por quitar el gobierno de abusos para las inmensas mayorías de miserables y desmedidas concesiones para la aristocrática, casta de favorecidos por el régimen.
Para el gobierno federal, lo que sucedía en Chihuahua en esos días de noviembre no eran para alarmar a nadie, concluían que se trataba de acciones desordenadas causadas por partidas de bandidos y facinerosos que las tropas pronto meterían al orden con ejemplar castigo. Memoria fatal, olvidaron la lección tomochiteca, porque en la región de Guerrero, grupos de alzados amenazaban seriamente con tomar aquella plaza. Para detener el foco de insurrección serrano, la zona militar envió con su comandante Juan J. Navarro un cuerpo de las tres armas, suficiente para eliminar a los sediciosos, efectuándose el encuentro en Cerro Prieto el 11 de diciembre de 1910, el citado lugar tenía significancia política por tratarse de una cabecera municipal y el carácter de la batalla tuvo tintes de sadismo, porque los rancheros metidos a revolucionarios fueron masacrados por el ejército porfirista, muriendo mucha gente de San Isidro; como Tadeo Vàzquez, muchos de Bachíniva y el jefe de los que provenían de Guazapares; Francisco Salido, alcanzado por el estallido de una granada. Al tomar la plaza los federales fusilaron a muchos civiles acusados de simpatizar con los rebeldes, el comportamiento sanguinario del ejército sólo sirvió para hacer crecer el coraje y la decisión porque reagrupados días después , el 18 de aquel diciembre,. los revolucionarios propinaron en Malpaso, tan contundente derrota, que el gobierno comprendió que la revolución en el norte iba muy en serio, procediendo a concentrar las tropas y fortificar las principales ciudades, prevención que de nada sirvió porque en mayo de 1911 los grupos de Pascual Orozco, Francisco Villa, Albino Frías, Cástulo Herrera, J. de la Luz Blanco, Heliodoro Olea y otros se habían convertido en la incontenible fuerza , y con la toma de Ciudad Juárez, el pueblo en armas tiraba a la dictadura.
El triunfo revolucionario en esa etapa apenas sí pudo atenuar un poco la dolorosa herida de Cerro Prieto, pero, nunca se olvidó que Madero no permitió que los dolientes del viejo Valle de la Soledad pasaran por las armas al cruel y ya prisionero Juan J. Navarro.

Hombres de la Revolución

Profr. Marcelino Martínez Sánchez.

La ocasión nos permite pasar revista a algunos de la muy larga lista de hombres que de la región del noroeste no sólo no lo dudaron, sino todo lo contrario, sabían de qué se trataba y tomaron las armas para “arrojar del poder a la dictadura ” como lo proponía Madero en el “Plan de San Luis ”. Para rabieta de los dueños de la palabra, los mexicanos que se lanzaron a la lucha en 1910 tenían sobradas razones y no era la primera vez que lo hacían, algunos eran herederos de la lucha de Tomóchic en 1891-1892 al lado de Cruz Chávez, Santana Pérez y Pedro Chaparro; en Bachíniva Heliodoro Olea Arias había sido castigado con severidad por mostrar una inquebrantable oposición al gobierno de la dictadura, y buena parte de 1906- 1907 estuvo refundido en la tinajas de San Juan de Ulúa ; y en Temósachic, Namiquipa, Casas Grandes y Janos como magonistas habían sostenido rebeliones contra el porfiriato. Quienes participaban en los clubes del Partido Liberal que dirigían los hermanos Flores Magón y aquéllos que en los últimos meses de ese 1910 formaran grupos antirreleccionistas sólo hablaban del latifundismo, caciquismo, dictadura, cientificismo, extranjerismo y antidemocracia.
Si algo importante hay qué reconocer como factor motivante en Chihuahua para el triunfo popular en la primera etapa 1910-1911, es la formidable actividad que los magonistas habían desplegado en los estados de la frontera norte, principalmente en Sonora, Chihuahua y Coahuila. Qué a nadie extrañe que en las familias de los hombres revolucionarios del 20 de noviembre de 1910 eran frecuentes las lecturas de manifiestos, panfletos y periódicos con furibundos ataques al gobierno, que sobre todo Ricardo Flores Magón le dedicaba a Don Porfirio y los suyos.
Qué los eventos de este noviembre, en la antesala del centenario, sirvan para acordarnos de los hombres de la revolución que por su valentía y legado contribuyeron en buena medida al Chihuahua y a la Patria que hoy vemos, algunos de ellos aquí citaremos :
San Isidro.- Pascual Orozco, padre e hijo, Albino Frías, Cástulo Herrera, Marcelo Caraveo y Tadeo Vázquez.
Guerrero.- Abraham González, Abelardo Amaya y Agustín Estrada.
Matachic.- J. de la Luz Blanco.
Bachíniva.- Heliodoro Oléa Arias, Julio Agustín Acosta y Gabino Cano.
Carichic.- Julián Granados y Daniel Rodríguez.
Cusihuiriáchic.- Pantaleón Bustillos.
Chínipas.- Francisco Salido y Gilberto Valenzuela.
Moris.- Nicolás Brown.
Namiquipa.- José Rascón Tena, Juan B. Muñoz y Candelario Cervantes.
Carretas.- Máximo Castillo.
San Andrés.- Muchos de la Familia Corral, como José, dorado y lugarteniente de Villa.
Chihuahua.- Guadalupe Gardea Montes de Oca, Martín, Pablo y Vicente López Aguirre.
Casas Grandes.- Rodrigo M. Quevedo.
Cuchillo Parado.- Toribio Ortega.
Parral.- Guillermo Baca y Maclovio Herrera.
Todo el estado aportó lo mejor de sus hombres y no pocas mujeres a
la causa de la revolución.

Bibliografía.-
“ Diccionario de Hombres de la Revolución en Chihuahua”
Armando B. Chávez.
“ Crónica de la Revolución, 1910-1920 ” .
Marcelo Caraveo.

2010

Por: Juan Ramón Camacho Rodríguez
Llega el año 2010; para México, año del bicentenario del inicio de la lucha independentista y año del centenario del estallido revolucionario en contra del sistema opresivo.
Durante el 2009 asistimos en el estado de Chihuahua a eventos culturales que en gran medida vienen a contribuir para el rescate de nuestra memoria colectiva. Dichos eventos no fueron sino el preludio para los festejos mayores del 2010.
El nuevo año traerá consigo una serie de expectativas y programas histórico-culturales con los cuales se pretende integrar una magna celebración nacional. El papel de los gobiernos en todos sus niveles, a través de sus respectivas dependencias –culturales y educativas-, será determinante para que el éxito corone los esfuerzos que muchas organizaciones han desplegado para que dicha celebración sea memorable.
A lo largo y ancho de nuestra entidad, la ciudadanía activa estará involucrada en el desarrollo de los eventos conmemorativos. Así lo vemos en la región del noroeste, donde comités ciudadanos y asociaciones diversas se están comprometiendo para tomar un lugar en la celebración, no solo como espectadores, sino como protagonistas.
En Cuauhtémoc, el comité regional de “Tres Siglos, Tres Fiestas” ya dio aviso, mediante los eventos organizados durante el 2008 y el 2009, de su capacidad para convocar y organizar las actividades pertinentes para los festejos.
La Presidencia Municipal de Cuauhtémoc ha determinado, a través de la Dirección de Desarrollo Social, participar como hasta el momento lo ha venido haciendo en los preparativos para la celebración. Y algo similar se espera de las alcaldías de la región.
La importancia histórica del 2010 para la comunidad en general resulta incuestionable. Se trata de un momento -¡todo un año!- para recordar y reconsiderar un pasado que nos encaminó hacia el sitio en que nos encontramos.
Por ello, la Sociedad de Estudios Históricos de Cuauhtémoc “Victoriano Díaz” A.C., también se ha comprometido a participar entusiasta y solemnemente en las actividades donde la pertinencia lo indique.
Vamos a unirnos a la gran fiesta mexicana animada por el orgullo y sustentada en la identidad histórica que nos ha dado forma a través del tiempo. Una fiesta a la que invitamos a unirse a todos los ciudadanos y organizaciones. Vamos nutriendo esta celebración, que nos hará recordar nuestras luchas como pueblo, como nación.
Que no falte, durante todo el 2010, la animación para rendir tributo a nuestro pueblo mismo, la animación para honrar la memoria de aquellos que lucharon hasta la muerte por sus ideales, la animación para hacer frente, entre todos al olvido, principal enemigo de la identidad.
La Sociedad de Estudios Históricos de Cuauhtémoc “Victoriano Díaz” A.C., desean a toda la comunidad local y regional un año nuevo que supere en satisfacción a todos los demás, y que la unidad sea la estrategia para alcanzar los propósitos.

Día del ferrocarrilero

Por: Juan Ramón Camacho Rodríguez
El fogonero le dice
Jesús vamos apeando
mira que el carro de atrás
ya se nos viene quemando.

Jesús García le contesta
yo pienso muy diferente
yo no quiero ser la causa
de que muera tanta gente.

(Corrido “Máquina 501”)

El llamado “Héroe de Nacozari”, Jesús García Corona, hijo de Francisco García-Pino y Rosa Corona de García, nació el trece de noviembre de 1881, en la ciudad de Hermosillo, Sonora, y murió el siete de noviembre de 1907. Por decreto presidencial del año 1944, el siete de noviembre quedó marcado en el calendario cívico nacional como “Día del Ferrocarrilero”, honrando la memoria de García Corona y reconociendo la labor de los trabajadores de los ferrocarriles.
El martes (aunque el famoso corrido dice que es domingo) siete de noviembre de 1907, según las crónicas, Jesús García se disponía a laborar como cotidianamente lo hacia, al servicio de la compañía minera en el pueblo de Nacozari, en su estado natal. En el trayecto de la máquina que tripulaba, se llegaba a “El seis” (por la distancia respecto a Pilares), sitio del almacén de la compañía.
En “El seis”, Jesús García dejó cincuenta góndolas y luego bajó a la mina por cuatro toneladas de explosivos que debían ser desplazadas al almacén. Sin embargo, la dinamita fue colocada en los furgones cercanos a la máquina, desde la cual saltaban chispas volaban sobre el motor y la cabina. Así que los dos primeros furgones se incendiaron, haciendo un fuego incontrolable para los trabajadores.
Viendo la intensidad del fuego, Jesús García pidió a los integrantes de la cuadrilla que saltaran del tren en movimiento, luego imprimió la mayor velocidad posible para alejar el peligro de la población. Al salir del pueblo de Nacozari y llegando a “El seis”, ocurrió el estallido, provocando la muerte inmediata de García y la desintegración de la máquina, la cual era la número dos, aunque el corrido la nombra “501”.
Recordando la muerte del Héroe de Nacozari, los pueblos ferrocarrileros del país acostumbran celebrar el día con ofrendas florales, peregrinaciones, juegos deportivos y fiestas populares como jaripeos, ferias y bailes.
Los ferrocarriles representan un factor de crecimiento económico y social en nuestro país. La historia de nuestra nación tomó otro rumbo con el tendido de las vías del tren a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX. De hecho el movimiento revolucionario de 1910 se vio orientado por las estrategias planteadas sobre la base de los ferrocarriles.
Ciudad Cuauhtémoc, Chihuahua, es un centro poblacional que emerge en torno a una estación de tren. De hecho el desarrollo comercial de esta comunidad se debe a dicho punto de embarque de productos regionales. Cuauhtémoc tiene su origen al momento en que la estación de tren del rancho San Antonio comienza a operar, justo en el último día del año 1899.
A lo largo de las vías del tren, desde la capital del estado hasta la costa marítima sonorense, los trabajadores ferroviarios contribuyeron con su tarea para consolidar los proyectos de comunicación del gobierno y los grandes capitales. Hay que reconocer la tarea de los trabajadores ferroviarios, a quienes les ha llenado de orgullo el pertenecer a un gremio de valor incalculable.

Nuestra capital, a trescientos años

Por: Juan Ramón Camacho Rodríguez.
A mediado de 1562 el capitán Francisco de Ibarra emprende la expedición a las tierras de lo que hoy son los estados de Chihuahua, Durango y Coahuila. Ya antes había ingresado a tierras del oeste chihuahuense, cuando anduvo por lo que hoy son los estados de Sinaloa y Sonora.
De Ibarra había sido encomendado por el virrey Luis de Velasco para que iniciara con el proceso de colonización en el norte de la Nueva España. Y gracias a dicha empresa se fundaron las primeras poblaciones de españoles en estos lugares, apareciendo en primer lugar la de Santa Bárbara, en 1567.
A la extensa región septentrional que le tocó recorrer, De Ibarra la llama Nueva Vizcaya. Será una provincia más de la Nueva España y representará para la Corona una fuente importante de riqueza. El destino de lo que después sería Chihuahua estaba señalado. Los consejeros de De Ibarra eran expertos conocedores en materia de minería y ganadería, así que el territorio chihuahuense fue reconocido de inmediato como una zona promisoria.
No siendo una misión fácil para los españoles la de poblar estas tierras, paulatinamente el dominio colonial fue expandiéndose sobre las mismas, a las cuales renunciaron –no sin lucha, por supuesto- las tribus indígenas que las habitaban. La colonización de tierra chihuahuense estuvo matizada con sangre y sufrimiento.
Los esfuerzos colonizadores transcurrieron en medio de gran disputa entre extranjeros y nativos. Los españoles tuvieron que hacerle frente a una feroz resistencia que pretendía proteger posesiones y dignidades. Las expediciones de militares y misioneros religiosos se convirtieron en empresas donde la violencia dejó su huella.
En 1652 el capitán Diego del Castillo fundó San Eulalia. Este mineral, debido a su importancia económica, será determinante en la fundación de Chihuahua, capital del estado. En 1708 Juan Fernández de Retana propuso que se creara una cabecera de los reales de minas en la junta de los ríos Sacramento y Chuvíscar, a unos cuantos kilómetros de Santa Eulalia.
La muerte de Fernández de Retana impidió la realización del proyecto aquel mismo año, pero en 1709 Antonio Deza y Ulloa, gobernador de la Nueva Vizcaya, convocó a gente de diversos oficios y profesiones a reuniones en Santa Eulalia con el fin de decidir el establecimiento de la cabecera de los reales de minas.
Los concurrentes a dichas reuniones decidieron, el 12 de octubre de 2009, la creación del Real de Minas de San Francisco de Cuéllar, al lado del río Chuvíscar. Allí surgió, entonces, un poblado que a lo largo de tres siglos ha sido, sobre todo, una manifestación de esfuerzo y éxito.
El Real de San Francisco de Cuéllar es elevado a categoría de villa en 1718, cambiando su nombre al de San Felipe el Real de Chihuahua. Es la capital del estado de Chihuahua, la ciudad de Chihuahua, llamada así desde 1824, cuando nace la federación y la provincia de Chihuahua es erigida en estado de la misma.

Estamos celebrando, a lo largo y ancho de este enorme y bonito estado, el aniversario número trescientos de nuestra capital, en cuya fundación intervinieron, por cierto, ilustres personajes de esta región cuauhtemense, específicamente de Cusihuiriachi.
Bibliografía:
Chihuahua. Monografía Estatal. SEP. Segunda reimpresión. 1997.
Almanaque del Estado de Chihuahua. Gobierno del Estado de Chihuahua. 2007.

El Ejido Cuauhtémoc

Por: Marcelino Martínez Sánchez
Antecedentes.
El estallido revolucionario de 1910 arrastró a la guerra a grandes masas de desposeídos de la ciudad y del campo, siendo los campesinos del noroeste de Chihuahua los que en gran medida ofrendaron su sangre para acabar con el régimen de abusos e injusticias que había propiciado la desmedida riqueza de unos cuantos extranjeros y nacionales, dándoles toda clase de facilidades y concesiones para explotar minas, petróleo, bosques, tierras y todo lo que constituyera fuente de enriquecimiento y opresión humana, pero sería en el medio rural donde el despojo, persecuciones y crímenes más se daría al amparo de leyes, policías e instituciones caciquiles que llevaría al mayor acaparamiento de tierra de que históricamente se sabe, donde Terrazas, Creel, Hearst, Limantour y Green eran más poderosos que muchos reyes europeos, “Chihuahua es mío”, se dice que expresaba Don Luis Terrazas Fuentes, en tanto que los Zuloaga, dueños de la inmensa llanura de San Antonio, eran la segunda familia de latifundistas.
Origen del ejido.
El gobierno antiagrarista del general Ignacio Enríquez Siqueiros y las instituciones responsables de los asuntos del campo en manos de funcionarios extremadamente mañosos; cuando no obstruían, retardaban la aplicación de la Ley del 6 de enero, el artículo 27 constitucional o la Ley Agraria local de 1921, favoreciendo abiertamente a los terratenientes en operaciones ventajosas como sucedió en la venta de las 100 mil hectáreas a los colonos menonitas que obligó a peones, aparceros y medieros de Ojo Caliente, Arroyo de Dolores, Napavéchic y El Moyote a desalojar las tierras que por mucho tiempo habían ocupado y algunos de ellos acogerse al ofrecimiento de los 200 pesos y al lote urbano que les entregaría, mientras otros se sumaban al movimiento de Belisario Chávez, del que se sabe hasta inventó campesinos para llegar al número que le pedían para obtener las tierras que querían y exigían que se les entregara. Con esos campesinos que orgullosos presumían cicatrices y versiones de heroísmo al lado de Villa, Orozco o Ángeles, el señor Chávez logró que la Comisión Agraria Mixta local los dotara provisionalmente de 7 323 hectáreas por acuerdo del 23 de septiembre de 1921, que daría origen al primer ejido del Estado de Chihuahua por resolución presidencial definitiva del 1 de septiembre de 1924, con una dotación de tierras de 4 247 hectáreas que les fueron entregadas el 23 de febrero de 1925, tras haber pasado por el amparo concedido a los Zuloaga en 1923 que los redujo a 2 743 hectáreas. Los labriegos de San Antonio sufrieron dolorosamente la división entre ser ejido o colonia, imponiéndose la primera opción. Mientras su área de viviendas crecía con el nombre popular de Santa María, asegurando que fueron ellos los que tuvieron la primera escuela de Cuauhtémoc.
Con el nacimiento del Municipio de Cuauhtémoc, 1927, y el cambio de nombre de la cabecera, el ejido también solicitó el cambio y pasó a ser “Ejido Cuauhtémoc”.
La historia de la lucha agraria en Chihuahua, señala a Cuauhtémoc como la región de México donde se sostenía con mayor vehemencia el derecho de los campesinos a la tenencia de la tierra en la forma que fuera: ejido, colonia o mancomún, y fue por la ley y la fuerza que junto con la Colonia Gardea, Centro Calles, La Selva, Rubio y muchos más que en guerra contra autoridades y guardias blancas lograron la desintegración del inmenso latifundio de la Hacienda de Bustillos, todavía hay quienes cuestionan porqué esos recios hombres permitieron que las mejores tierras fueran cedidas a extranjeros. Lo cierto es que el reparto agrario tuvo su buena cuota de sangre y hay que saber que los políticos hechos gobierno siempre han tenido más compromiso donde hay dinero de por medio.
Importancia del Ejido Cuauhtémoc.
En el desarrollo general que se observa, mucho tuvo que ver la producción agrícola y ganadera que los ejidatarios aportaron, más los usos y costumbres que calaban en el resto de la población. El ejido que alguna vez vio cruzar por su territorio el ferrocarril a Cusihuiráchic, que disfrutó del bello paisaje de la presa en el Bajío del Burro, donde abrevó la gran cantidad de animales de los ejidatarios, hoy transcurre ante los embates inevitables de su presencia en una de las ciudades de mayor movilidad en México. La influencia urbana acabó con lo que el ranchero tenían sus fiestas y ceremonias y sin chocar con violencia, vialidades, arquitectura, comercio y profesiones conviven en donde en 1925, el Presidente de la República, Plutarco Elías Calles, quiso venir a constatar lo que pasaba con los inquietos agraristas de San Antonio de Arenales y su siempre luchado e incansable Belisario Chávez Ochoa.

La cuarta cultura de Cuauhtémoc

Por: Juan Ramón Camacho Rodríguez
En Cuauhtémoc es bien conocida la historia de los primeros chinos que arribaron al viejo San Antonio de Arenales y decidieron asentarse en este lugar para hacer su vida. Eran inmigrantes que arribaron prácticamente junto con el siglo veinte, para aportar a esta comunidad sus servicios y nutrirla con su cultura.
Y en este tiempo, después de cien años de su arribo, la cultura de estas personas se expresa discretamente, a través de la descendencia de aquellos primeros orientales que le apostaron a un futuro junto a la estación de San Antonio. Y el número de descendientes sí es de consideración, representando una potencia para el desarrollo de esta ciudad y su comarca.
Cuando hay una referencia cultural de Cuauhtémoc, normalmente se mencionan las formas de vida de los menonitas, los tarahumaras y los mestizos. Y en cierto momento, la descendencia china en la localidad ha levantado la voz para hacerse oír, aunque tal voluntad no ha sido muy persistente.
Y aunque al hablar del municipio de “las tres culturas” no incluye esta mención a los chinos, la participación de estos en el crecimiento económico de Cuauhtémoc ha quedado establecida sin ninguna duda en la historia municipal. Incluso en una de las ediciones del Festival de las Tres Culturas, la cultura china tuvo su lugar especial y participaron con entusiasmo los herederos de la misma en este lugar.
Se trata, en pocas palabras, de la Cuarta Cultura en Cuauhtémoc (y no “cuarta” por ser menos importante, sino por lo tanto que se han mencionado las otras tres), la que no fue incluida en el membrete del festival cultural de cada mayo. Es la cultura oriental, cuyos representantes en la localidad han sabido mantener con orgullo y reserva, conscientes del valor que entraña esa forma de vida.
En la historia de Cuauhtémoc han quedado impresos los nombres de aquellos pioneros que cimentaron lo que hoy es una de las ciudades más importantes en el país. Ahí están registrados los nombres de Goo Chi Fong y su esposa Natalia Juy, originarios de Cantón y de Shangai, respectivamente. ¡Cómo el destino se encargó de traer hasta este punto geográfico a estas personas nacidas tan lejos!
También han de ser recordados los nombres de los famosos “chinos pelones”, cuyo negocio comercial fue fundamental para el desarrollo de esta población. Los nombres de estos comerciantes fueron Manuel y José Wong.
En la esquina de la Avenida Benito Juárez y la Calzada Belizario Chávez, frente a las vías del tren–aquí en Cuauhtémoc- prevalece un negocio comercial llamado “La Voz del Pueblo”, el cual fue fundado por la pareja conformada por María Teresa Fong (hija de Fong Go y Natalia Juy) y Andrés Wong. Dicho local es una evocación del significado histórico que ha de tener para los cuauhtemense la comunidad china.
Creo que el mantener presentes a los chinos en la historiografía local es una obligación, pero, sobre todo, es un acto de justicia. No es discutible, en absoluto, el lugar que mujeres y hombres de cultura china tienen en la historia de Cuauhtémoc.

Tarahumara

Discurso de Inauguración de la Exposición Fotográfica de Libertad Villarreal en Cusihuiriachi el 19 de Julio de 2009
Por: Lic. Fernando Suárez Estrada.

El historiador chihuahuense, Don Francisco R. Almada, en su obra “Resumen de la Historia del Estado de Chihuahua”, reconoce que “no existen elementos suficientes para escribir seriamente sobre la procedencia y origen de las tribus indígenas que habitaban primitivamente en el solar chihuahuenses”. Inclusive, en publicación oficial de la Coordinación Estatal de la Tarahumara, del Gobierno del Estado, intitulada “culturas indígenas del Estado de Chihuahua”, se acepta que “nadie sabe el origen de los tarahumaras… unos dicen que vinieron del norte con las tribus que pasaron por Casas Grandes, otros opinan que son descendientes de los aztecas”.
Sin embargo, existe una hermosa versión sobre el origen de esta cultura y nos la da a conocer el historiador mexicano Don Vicente Riva Palacio, en la obra monumental “México a través de los siglos”, en la que asegura que “la llegada de la raza Nahoa fue antes de 3000 años de nuestra era” y subraya que apoyado en los “descubrimientos y progresos de la ciencia” los Nahoas “vinieron por la Atlántida” Estableciéndose muchos de ellos en Valles y serranías del estado de Chihuahua.
Y así son…, así han sido siempre, como los apreciamos en estas obras fotográficas, que son expresivas biografías del ayer, hoy y siempre de un pueblo mágico, y que un día vino desde la Atlántida, esa isla fabulosa de la que hablaba Platón en sus diálogos “Timeo” y “Critias”, y que hace siglos se hundió para siempre en el Océano Atlántico; así han sido desde que originariamente se establecieron en la llanura, en las lagunas de los Mexicanos y de Bustillos; desde que los conquistadores españoles les arrancaron sus tradiciones, sus creencias, sus almas; desde que los expulsaron de su paraíso y los arrojaron a las cuevas de las montañas.
Así como los vemos en estas fotografías, así eran, así se conservan muchos, así de titanes, así de imponentes, así de contemplativos, así de amorosos, así de tristes. Así son los eternos tarahumaras, los atlantes de ayer y hoy. Así de intensa es la luz de su mirada y de su historia toda, que hoy nutren la identidad de los que ocupamos el espacio que un tiempo fue suyo.
Aquí estamos, ante estas obras impactantes de Libertad Villarreal, descubriéndonos: orgullosos, por una parte, de la herencia que hemos recibido de la luminosa y milenaria Cultura Tarahumara, pero también, por otro lado, siendo exhibidos como los chabochis insensibles, devoradores y deshumanizados, que no damos su lugar a su sabiduría ancestral entre nosotros. Buenos somos para reconocerla, pero no para valorarla, y la civilización moderna los sigue empujando más allá de las espesas nieblas, de las noches sin luna, hasta esconderlos detrás de las estrellas más lejanas.
Somos los expulsores de la sabiduría, de la sencillez, de las almas valerosas. Inclusive, ahora los narcos –esos chabochis sin alma de la civilización moderna- les roban sus escasos bienes, su tranquilidad y ese gesto de inocencia que tanto se empeñan en enseñar a la humanidad y que no hemos ni siquiera aprendido a imitar a través de años y siglos.
En estas imágenes se escucha un grito del alma para volver la vista y el corazón hacia los valores de las tradiciones ancestrales, a la esencia humana, a la civilización verdadera.
Gritos de amor tenemos como mensajes, y gritos de Libertad –la autora- para señalarnos resplandores acariciantes e inextinguibles.
Indiscutiblemente que aquí se observa la hermosura humana, ahora amenazada por mostruos que intentan destruirla. Aquí está la fortaleza de la Cultura Tarahumara, respondiendo, alzando la voz muy silenciosamente, dejando ver, en forma sencilla, pero clara, los valores eternos de la tradición, el amor y la contemplación, que son tesoros del buen ser humano de siempre.
La vida de los tarahumaras es maestra para todas las generaciones. Díganlo si no estas fotografías, esta elocuencia de Libertad que captura paisajes, rostros, símbolos, colores, almas, luces de siglos, caminos nuevos, momentos de eternidad, esperanzas, esperanzas y esperanzas…
Aquí, ante estas piezas de comunicación visual y espiritual, la vida se revalora. Aquí no hay muerte. El sensible nervio óptico y el alma universal de Libertad están conectados con el remoto pasado y el inconmensurable futuro esperanzador. El Tarahumara, su Tarahumara, es un mensajero de la comunión fraternal, espiritual.
Aquí, en estas fotos, cabemos todos. Libertad nos comunica con los valores positivos de los tarahumaras de todas las épocas. Aquí, todos-todos-todos estamos involucrados con razones, con corazones, con justicias por alcanzar, con inocencias por aprender.
Aquí, en Cusihuiricachi, en la tierra donde floreció, hace tres siglos, el amor terco e increíble del plebeyo exsoldado Antonio Rodríguez y la hermosa doncella María de Quiroga (hija del rico minero Don Juan de Quiroga), leyenda-realidad o realidad-leyenda que dio nacimiento a esta comunidad de almas que ha luchado siempre por alcanzar sueños distantes, pero jamás imposibles, Libertad nos coloca ante un horizonte de solidaridad y amor hacia nuestros semejantes milenarios, los majestuosos atlantes tarahumaras, como los califica el poeta Antonin Artaud, al reconocer y elogiar la pulcra santidad de sus valores tradicionales.
Los tarahumaras, en estas tierras, al chocar las culturas de conquistadores y conquistados, fueron trabajadores encadenados a las minas, además de evangelizados al cristianismo, religión desconocida para sus adentros.
Y, sin embargo, se reconoce por tirios y troyanos que fue un sencillo y humilde tarahumar, en San Joseph del Parral, quien liberó al enamorado Antonio Rodríguez del cepo que lo humillaba, ante la mirada de españoles de primera y de tercera, y de indios de quinta, y que le impedía correr hasta aquí, hasta este valle de esperanzas, donde se encontraba el tesoro inalcanzable que era su amada, su amor del cielo, Doña María de Quiroga.
Y finalmente la leyenda bendita admite que aquel tarahumar liberó al plebeyo, según la versión de Don Victoriano Díaz, gracias a la promesa de pago de cuatro reales que le hizo aquel enamorado (concepto de honor para justo pago de favores, transmitido por la civilización española). Pero, cuenta la tradición oral, que además de la retribución económica, seguramente el indígena actuó también por comprensión hacia el amor imposible de la pareja mencionada.
Podemos decir que así nace no sólo la consagración de un romance inmortal, sino también las bases del nuevo código de entendimiento entre dos culturas luminarias. Nace, pues, la convivencia y reacomodo entre valores mutuos.
Indiscutiblemente que la historia y la epopeya son hermanas.
Y por último, ¡qué bueno que se retrate a los gigantes del alma y a sus tierras!
El poeta Vicente Magadaleno cantó en un momento de su admirable inspiración:

“Alabemos, oh hombres
a los pies que acarician la Tierra
y a los cuerpos todos
que saben comulgar con la Tierra,
y en un supremo, noble delirio por la Tierra,
levantan, con nosotros, sus himnos a la Tierra.”

Aquí, Libertad Villarreal evoca y provoca sentimientos de encuentro, de respeto a la vida, al hermano, al viento, al entorno; es arquitecta de luces, moldeadora de sombras, salvadora de ayeres y futuros, fotógrafa mexicana de reconocimiento internacional, que hace hoy un homenaje a los seres humanos y su suelo –duro, blando, escarbado, impenetrable, conquistado- con esta muestra sobre la cultura tarahumara.
Inmortalidad, fragancias dulces, denuncia, luces que ciegan, miradas sin edad, tonalidades que gritan, tonadas que arrullan.
Millones de señales de la paz son estas fotografías, lecciones para derrotar a la injusticia, para la reconciliación universal, tesoros estéticos, técnica y amor por la humanidad.
Nuestro respeto, agradecimiento y admiración profundos, amiga…

Las secciones municipales de Cuauhtémoc

Por: Juan Ramón Camacho Rodríguez

El 12 de julio de 1927 se establece, mediante decreto del Congreso del Estado, un nuevo municipio en Chihuahua: Cuauhtémoc. Hasta esa fecha, el territorio que hoy corresponde a esta municipalidad conformaba la sección de “La Laguna”, perteneciente al municipio de Cusihuiriachi.
De igual manera, por acuerdo de los diputados locales, el nombre de San Antonio de Arenales desaparece y la cabecera del municipio de Cuauhtémoc llevara en lo sucesivo el nombre del mismo.
El acuerdo de la cámara de diputados chihuahuense cobra efectividad hasta el día 16 del mismo mes, cuando presidente y regidores de la otrora sección municipal de La Laguna rinden protesta como autoridades del nuevo municipio. El primer presidente municipal de Cuauhtémoc fue Pedro Baray Guevara.
A ocho meses de la municipalización de Cuauhtémoc, precisamente el 22 de marzo de 1928, se crea la sección municipal de Álvaro Obregón, con cabecera en la colonia agrícola del mismo nombre. La sección de Rubio (nombre con el cual fue conocida la hacienda del lugar) se convirtió así en la primera de las secciones de este municipio.
Por su parte, la sección municipal de Anáhuac fue creada el 17 de diciembre de 1932, tomando como cabecera la colonia agrícola que fue producto de la lucha agraria emprendida por campesinos de la zona de la Laguna de Bustillos.
Allí mismo, en la región de la Laguna de Bustillos, fue creada una sección municipal más, en el año de 1947. Se trata de la sección municipal de Centro Calles, con cabecera en el poblado del mismo nombre, al este de la laguna. Dicha sección desapareció diez años más tarde.
Y para 1976, en al punto geográfico más apartado de la cabecera municipal, rumbo al norte, se creó la sección municipal de Lázaro Cárdenas, que tuvo como cabecera al ejido de igual nombre. Esta es la última de las secciones creadas.
Es con la participación de la población de cada una de estas secciones, como el municipio de Cuauhtémoc ha logrado sobresalir a nivel estatal, nacional e internacional. La contribución de cada sección para una consolidación económica, política y cultural debe ser reconocida.
En este mes, a través de la Sociedad de Estudios Históricos de Cuauhtémoc “Victoriano Díaz” A. C., recordamos un año más de la creación de este importante municipio, el cual es, sin duda, un ejemplo de desarrollo comunitario y de aportación significativa al estado y al país.

San Antonio de Arenales

Profr. Marcelino Martínez Sánchez.

Por 1830 , Don Juan José Bustamante decidió construir dentro de los terrenos del Rancho Bustillos, otro rancho, al que llamó San Antonio, con el propósito de generar una ganadería como lo había intentado cien años antes Don Mateo Domínguez de Mendoza, ubicándolo en las proximidades del que luego fue llamado “Cerro de Ruelas” , importante eminencia que permite otear la inmensa llanura y que por ese tiempo estaba cubierta de una espesa alfombra de altos pastizales que por milenios habían sido aprovechados por manadas de búfalos, que poco a poco fueron exterminados por indígenas, rancheros y otros colonos a partir del establecimiento de las misiones religiosas de San Bernabé, San Ignacio, La Purísima Concepción o de San Andrés y los reales de minas de San Juan de La Cieneguilla y Santa Rosa de Cusihuiriáchic.
La geografía del entorno a San Antonio, no podía ser más bondadosa y prometedora, con un llano de muchos kilómetros a lo largo y otros tantos a lo ancho, con serranías boscosas y una gran variedad de animales como : osos, lobos, venados, guajolotes y pumas. Había también jagüeyes, de los que hoy sólo se sabe por pláticas de los más viejos.
Para distinguir a nuestro referido San Antonio, se señalaba como el que estaba cerca de Chócachic, la ranchería rarámuri, en las proximidades del peligroso cañón de Malpaso, del camino real a La Purísima Concepción del Papigòchic, porque también había el San Antonio de Cusihuiriáchic y el San Antonio de Coyàchic . Ya a finales del S. XIX ( 1869 ), se precisó diferenciarlos; así el de Cusihuiriáchic, pasó a ser San Antonio de los Nogales, que era Posta del camino real, el de Coyáchic, pasó a ser San Antonio de Loya y el de Rancho Bustillos, San Antonio de Arenales, que logró desarrollar una formidable ganadería en vacunos y caballos, que para vigilarlos a más distancia obligaba hacerlo desde “El Mirador” , del cordón que empezaba donde se había establecido una familia que construyó su vivienda entre enormes peñascales y que se conoció como “ El Duraznito ”, ese cordón que termina en la “ Cueva de los Portales ” y “Las Cuevas Locas ”, que pertenecían a la Hacienda de Santa Lucía.
San Antonio de Arenales luego formó parte del muy extenso y rico latifundio de La Hacienda de Bustillos, convirtiéndose en centro neurálgico al decidirse establecer una estación. Con el trazo del ferrocarril del noroeste, la Casa Zuloaga multiplicaba así su poderío económico y por consiguiente su influencia política.
En 1927, San Antonio de Arenales solicita la municipalización, ser cabecera y cambiar su nombre por el de Cuauhtémoc.


Bibliografía: “Norte Precario ” García Aboites.
“ Los Menonitas ” W. Shniedehaus.
“ El Ferrocarril ” F. Almada.

Cuauhtémoc en la historia

Victoriano Díaz Gutiérrez
(El autor publicó el presente texto en julio de 1993, siendo Cronista de la Ciudad)
La primera referencia histórica documentada de San Antonio de los Arenales Antiguo nombre de Cuauhtémoc) data de 1847, cuando aparece como una ranchería del municipio de Cusihuiriachi. En nombre de Arenales se le agregó por el ser el apellido de sus dueños y para distinguirlo de otro San Antonio que había en esa época en el municipio y que fue desginado como San Antonio de Loya.
En 1899 San Antonio de los Arenales es habilitado como estación del tren, mientras que en el censo de 1910 aparece como Hacienda con 173 habitantes.
El 16 de Diciembre de 1920 y siendo presidente municipal de Cusihuiriachi Don Ernesto Burgos Guaspe, se convierte en sección municipal, conservando su antiguo nombre.
En decreto emitido el 12 de julio de 1927 se segrega de la municipalidad de Cusihuiriachi la sección de San Antonio de los Arenales para constituir, con todos lo ranchos, pueblos, haciendas y colonias que les corresponden, un nuevo municipio que llevará, al igual que su cabecera a partir de entonces, el nombre de Cuauhtémoc. El decreto entra en vigor el 16 de julio y está firmado por el gobernador interino Fernando Orozco y el Diputado José P. Tapia.
Siendo el señor Pedro Baray presidente de la sección al momento de segregarse, pasa automáticamente a ser el primer presidente municipal de Cuauhtémoc., constituyéndose el ayuntamiento con los regidores Romualdo A. Sánchez, Juan N. Chávez, Juan de la Cruz Nevárez y Gregorio Chacón.
El censo realizado previo a la segregación, en 1926, reporta 1 242 habitantes en San Antonio, 335 en Colonia Gardea (hoy Anáhuac) 429 en Rubio (hoy Álvaro Obregón) para un total, sumando a estas las del resto de las poblaciones, de 4 616 criollos y 5 000 menonitas que recientemente se habían establecido en sus colonias.
En enero de 1933 Cuauhtémoc pasa a ser cabecera del Distrito Benito Juárez y el 20 de enero de 1948 es elevado a la categoría de ciudad. El 19 de julio de 1950 se establece como cabecera del III Distrito electoral.
En la actualidad Cuauhtémoc es el tercer municipio en importancia en el estado con un total de 112 589 habitantes, incluidos 17 207 menonitas, según el censo del INEGI en 1990. Anáhuac tiene ahora 10 634 habitantes y Álvaro Obregón 3 149. El municipio tiene además el primer lugar nacional en producción de avena y la fama de la calidad de sus manzanas y quesos han trascendido las fronteras nacionales.
Gracias al esfuerzo constante de tres generaciones hemos crecido con vigor en estos primeros 66 años de municipio libre y debemos seguir creciendo, como hasta ahora, en un ambiente de trabajo y honestidad.

Un año más

Juan Ramón Camacho Rodríguez
A partir de la década de los veintes, con la llegada de los menonitas y el reparto de tierras a los labriegos, San Antonio de Arenales se convertía en un polo de desarrollo que, a la larga, beneficiaría a toda la comarca y, ante lo cual, se convertiría en la ciudad que es actualmente, con un peso específico en el desarrollo estatal y nacional.
A mediados de 1926, ya latía en el núcleo poblacional de San Antonio de Arenales la inquietud de convertirse en cabecera de un nuevo municipio. Los fundadores de este centro, en su mayoría campesinos, se enorgullecían de la celeridad con la cual esta comunidad crecía en todos los aspectos.
En septiembre del año en mención, los habitantes de San Antonio hacen llegar al Congreso del Estado la solicitud formal para que se decrete la nueva municipalidad y, a la vez, se cambie el nombre por el de “Cuauhtémoc”.
Esta iniciativa se tomaba con la orientación y el apoyo del diputado local, Belisario Chávez, quien atendió directamente el asunto en la capital y procedió a la gestión correspondiente. Por esto hay quien menciona como “fundador” de Cuauhtémoc al señor Chávez.
El Congreso local procedió entonces y para el 12 de julio de 1927 se decretó la creación del Municipio de Cuauhtémoc, y también el cambio de nombre de esta población. La nueva municipalidad surgía en la extensión territorial que correspondiera a la otrora sección municipal de Cusihuiriachi conocida como “La laguna”.
Estamos por festejar un año más del nacimiento de este municipio. Nos enfrentamos ya al aniversario número ochenta y dos del municipio que ocupa el tercer lugar en importancia económica, política y social en la entidad.
Recordaremos en estos días los trabajos realizados por aquellos habitantes de San Antonio para que su centro de población se perfilara rumbo al sitio que hoy ocupa tan orgullosamente.
Tiempo es de recuperar y recordar una y otra vez nuestro origen. Sobre el valor que guarda la historia para una sociedad, parece vana cualquier discusión. Así que, retomando ese valor –considerándolo como uno de los principios fundamentales de la vida comunitaria, los cuauhtemenses necesitamos mantener nuestra memoria, para apelar a ella cuando busquemos establecer nuestra identidad.
Es un buen momento para encontrarnos con nuestros orígenes, para evitar perder la memoria y, con ello, la consciencia de lo que somos y lo que hemos batallado para serlo.

La Hacienda de Bustillos

La Hacienda de Bustillos



Chihuahua es un estado con riqueza histórica. Tal vez esto suena trillado y trivial, pero es una verdad que permite a los chihuahuenses mirar con garbo hacia el porvenir. Es decir, nuestro pasado es cimiento que da firmeza a una actualidad sobre la cual construimos afanosamente el futuro.
Acá, en el norte de México, la Historia Nacional encuentra escenarios donde la valentía y el fervor patrio sembraron los campos con la semilla de la libertad y el ascenso democrático.
Aquí, en este punto de la geografía Chihuahuense, los protagonistas del movimiento revolucionario de 1910, encontraron la inspiración, el aliento y el valor para iniciar, mantener y terminar un proyecto más que de rebeldía de reivindicación; reivindicación de los valores y los derechos fundamentales de todo ser humano.
Estos bellos y generosos parajes chihuahuenses se convirtieron en el marco perfecto para la planeación, la decisión y la acción necesarias para satisfacer en lo posible los anhelos de respeto, libertad y crecimiento propios de una sociedad lastimada, pero consciente y valerosa.
Chihuahua es un estado con riqueza histórica. Pero esto no debe sonar tan abstracto. La historia la firman los hombres, con sus angustias, sus pugnas, sus logros, sus fracasos y sus lecciones de vida. En Chihuahua -en especial aquí, en la Hacienda de Bustillos- la historia se concretiza en las aspiraciones de aquellos que sin tregua pelearon por sus ideales, entregando alma y vida en el intento.
En la Hacienda de Bustillos, al pie del picacho, en la cercanía con la majestuosa laguna del mismo nombre, aquellos hombres de la historia se dieron cita; para abrazarse y compartir el entusiasmo, para estrecharse la mano y darse ánimos, para mejorar un país que hoy les debe tanto.
Los nombres son muchos, tan sonoros como las carabinas y los máuser; Madero, Villa, Orozco, González…; nombres que se pronuncian con honores, nombres que terminan por acompañarnos por siempre. Son los nombres que se escriben en las páginas más valiosas de las nobles hazañas.
Desde este lugar, donde hace cien años naciera un “¡ya basta!”, donde se generó el gesto de inconformidad y se alentó la lucha por suprimirla, nos encontramos evocando a los protagonistas y sus acciones. Sin estos, el rumbo del país hubiera sido otro.
Sirva la fiesta de hoy como un tributo a quienes lucharon con coraje y fe por nosotros, sus descendientes. Sirva la fiesta de hoy para recordarnos que México no es un ente abstracto, sino la vida de sus habitantes, con sus esfuerzos, con sus logros.
Desde este punto del estado más grande del país, es conveniente recordar que somos capaces de dejar algo valioso para el porvenir. Desde la Hacienda de Bustillos, entre el olor a campo y siembra, pensemos en la cosecha que les tocará levantar a nuestros hijos, tal como aquellos hombres lo pensaron hace cien años.

La Hacienda de Bustillos y la Revolución Mexicana


Por: Juan Ramón Camacho Rodríguez


Ocurre que las cosas más valiosas nos quedan tan cerca, que perdemos el enfoque de ellas. Caso es el de la Hacienda de Bustillos, en el municipio de Cuauhtémoc, precisamente en la sección municipal de Anáhuac.
Aunque en realidad no hubo baile en la Hacienda de Bustillos cuando Pancho Villa contrajo matrimonio con Luz Corral, el hecho de que actualmente el Consejo Regional de “Tres Siglos Tres Fiestas” organice, en conjunto con autoridades locales, un baile en dicho lugar el día treinta de mayo, nos abre el camino para recuperar la importancia de dicha hacienda.
La Hacienda de Bustillos fue un bastión revolucionario, antes, durante y después del levantamiento armado en noviembre de 1910. Hemos de señalar que a los cuauhtemenses nos ha faltado resaltar enérgicamente el valor de dicho lugar en el marco de la Revolcuión.
No es exagerado el presentar una exigencia a historiadores locales y foráneos: que se reconozca y se divulgue amplia y constantemente (más ahora, que se acerca el centenario del acontecimiento histórico) la importancia de la Hacienda de Bustillos, la cual aparece en reseñas historiográficas y en anecdotarios de ilustres personajes, pero sin recibir el tratamiento que realmente merece.
Ahí, en dicha hacienda, las reuniones de Francisco I. Madero con algunos líderes simpatizantes del movimiento anti-porfirista (Abraham González y Pascual Orozco, por ejemplo), fueron determinantes para el destino del movimiento.
En Bustillos se concentraron las huestes de Francisco Villa, quien se reunió con Madero para discutir respecto al camino de la empresa revolucionaria. En el comedor de la casa grande se registró el encuentro entre jefes revolucionarios que originó la toma de ciudad Juárez y, con ello, la caída de Porfirio Díaz en mayo de 1911.
En Bustillos fueron licenciados los integrantes del ejército villista, aunque unos tantos continuaron con el Centauro en su camino, en su lucha, en su misión. La Hacienda de Bustillos fue centro de importantes decisiones en diciembre de 1915.
Por esto y por otros tantos detalles que a veces se le escapan a la historiografía conocida, vale la pena recuperar el valor de este punto geográfico, que se encuentra dentro del territorio del municipio de Cuauhtémoc.
Estamos esperando y motivando la celebración del centenario de la Revolución Mexicana, y los cuauhtemenses tenemos la oportunidad de organizar un evento de magnitud tal, que alcance la dignidad de los hechos que en el escenario mencionado ocurrieron para marcar nuestra historia nacional.
La Hacienda de Bustillos fue locación para las más audaces decisiones en la lucha contra l a dictadura, en la lucha por la reivindicación de los valores civiles de todos los mexicanos. ¿Acaso no es esto suficiente para que en dicho lugar se hagan celebraciones grandes para no olvidar la grandeza de nuestro pasado?
La Sociedad de Estudios Históricos de Cuauhtémoc “Victoriano Díaz” A.C., está contribuyendo en lo posible con la recuperación de la conciencia histórica entre nuestra comunidad. Por ello, nos sentimos comprometidos en el intento de resaltar eventos, lugares y personas que desde el pasado nos reclaman un poco de atención sobre ellos.

Sección Municipal “Lázaro Cárdenas” (Segunda parte)

Por: Juan Ramón Camacho Rodríguez

La disputa no podía ser caprichosa, ya que la municipalidad de Namiquipa demostraba históricamente sus atenciones hacia las comunidades rurales que defendía, pero además la verificación oficial de los límites con Cuauhtémoc terminaría por darle la razón.
En las poblaciones mencionadas, la opinión de los habitantes se dividía: unos querían pertenecer al municipio de Namiquipa y otros al de Cuauhtémo, y a otros tantos pues simplemente les daba igual estar allá o acá. Quienes preferían formar parte de Cuauhtémoc, fincaban tal inclinación en el supuesto de que con la elevación a sección municipal de Lázaro Cárdenas el beneficio iba a ser mayor.
Finalmente, después de la disputa por los límites entre los municipios de Cuauhtémoc y Namiquipa, el ejido Benito Juárez quedó en éste último, aunque se han registrado inquietudes por parte de algunos habitantes de formar parte de Cuauhtémoc. Todavía hay quien manifiesta que son parte de Cuauhtémoc, sin mayor fundamento, por supuesto.
Se recuerda que uno de los movimientos más intensos para intentar que el ejido Benito Juárez fuera considerado como una comunidad rural del municipio de Cuauhtémoc correspondiente a la Sección de Lázaro Cárdenas, se registró durante la administración municipal de César Chavira Enríquez. Durante dicha administración municipal cuauhtemense, los funcionarios municipales del área rural veían con buenos ojos la posibilidad señalada. Pero era evidente que este movimiento era nutrido por deseos propios de algunos ejidatarios que veían más provechoso el ser parte de éste municipio.
Así que, al final de cuentas y aclaradas las fronteras entre municipios, la Sección Municipal de Lázaro Cárdenas quedó integrada por los siguientes poblados:Rancho El Potrillo, Rancho Las Varas (conocido también como “Picasares”, apellido de un propietario de origen español que llevaba por nombre Amador), ejido Unión Campesina (enclavado en los terrenos de Picasares) y El Nogal.
En la Sección de Lázaro Cárdenas se respira un ambiente de tranquilidad y armonía. En su cabecera, las calles amplias y perfectamente trazadas lucen una ejemplar limpieza, mientras que en el centro de la misma nos espera una bella plaza donde podemos descansar y convivir con la familia.
Junto a la plaza, en su lado norte, se encuentra el edificio de la Presidencia Seccional, construido en 1977, cuando era Gobernador del Estado Manuel Bernardo Aguirre y presidía el Municipio de Cuauhtémoc Manuel Martínez Jurado, mientras que la nueva sección municipal contaba con su primer presidente: el señor Mauro García.
Al otro costado de la plaza, hacia el sur, una iglesia de arquitectura sobria pero elegante recibe a la feligresía que llega hasta ella levantando con sus pisadas el polvo de las calles por las que circulan unos cuantos vehículos de motor. Los caballos siguen siendo un medio de transporte valioso.
La carretera que nos lleva hasta dicho lugar (pavimentada durante el gobierno estatal de Francisco Barrio Terrazas) parte desde el campo 101, entroncando con la carretera Rubio-Bachíniva. Hacia el norte, aproximadamente a cuarenta kilómetros nos espera el Ejido Lázaro Cárdenas, con su atractivo campirano, animado por gente productiva y amistosa.

Sección Municipal “Lázaro Cárdenas”(primera parte)

Por: Juan Ramón Camacho Rodríguez

Anáhuac, Álvaro Obregón y Lázaro Cárdenas son las tres secciones del municipio de Cuauhtémoc. La última en mención es la más joven, nacida de un proyecto que apostaba al desarrollo económico del norte del municipio, basado en el sector agropecuario.
A diferencia de Ánahuac y Álvaro Obregón -cuyas cabeceras son núcleos poblacionales catalogados como “colonias agrícolas” nacidas de una inquietud de agraristas de la revolución-, la cabecera de Lázaro Cárdenas es un asentamiento de campesinos que adquirieron las tierras conformando un ejido.
Ánahuac y Álvaro Obregón son frutos inmediatos del movimiento armado de 1910, mientras que Lázaro Cárdenas tuvo que esperar a que la institucionalización agrarista operara mediante programas de desarrollo afinados treinta o cuarenta años después.
Aunque el ejido Lázaro Cárdenas quedó debidamente constituido a finales de 1967 y el asentamiento poblacional comenzó a principios de 1968, la sección municipal nació hasta 1975. La intención, sin duda, consistía en activar la vida social, política y económica en el rincón más alejado de la cabecera municipal, a más de ochenta kilómetros al norte de ésta.
Entre los años sesentas y los setentas, el campo mexicano recibió un apoyo grande por parte del gobierno federal, a través -claro-, de la intervención de los gobiernos de cada estado de la federación. El nacimiento del ejido Lázaro Cárdenas y apenas ocho años después la creación de la sección municipal de la cual es cabecera, son acciones que hablan de ese interés por el desarrollo agrario en zonas que era necesario poblar y apoyar para lograr su autosustentabilidad.
El Municipio de Cuauhtémoc vio necesario gestionar el apoyo para la creación de una sección municipal hacia el norte, más allá de Rubio, más allá de la Quemada, en los límites con Namiquipa. Así que, detetminados a contar con una tercera sección, los cuauhtemenses emprendieron el camino.
La tarea estaba hecha, y los resultados se dieron favorablemente. La decisión de los diputados fue celebrada por la alcaldía cuauhtemense. El semanario “La Voz de Cuauhtémoc” publicó en su primera plana del Domingo 21 de diciembre de 1975 una nota que anunciaba la creación de la nueva sección municipal. A continuación transcribo textualmente la información publicada.
“Fue aprobada por el Congreso del Estado la solicitud que hiciera el Ayuntamiento de Cuauhtémoc para que fuera elevada a cabecera de Sección Municipal la comunidad de Lázaro Cárdenas de esta municipalidad y a la que pertenecen los siguientes poblados: Rancho Ganadero El Nogal, El Potrillo, Granja de Villela, Hacienda de Tepehuanes, Ejido Benito Juárez que es el centro de población más importante de esta sección.”
Por supuesto que después de la aprobación de la Legislatura Estatal se presentaron las inconformidades por parte de las autoridades namiquipenses, ya que reclamaban para dicha municipalidad algunas de las comunidades que se mencionaban como parte de la nueva sección del Municipio de Cuauhtémoc
Parecía obvio: para una nueva sección municipal se imponía el requisito de la población. Así que habría que justificar la acción con habitantes. Pero resultó que esos habitantes no lo eran de Cuauhtémoc, sino de Namiquipa.

Cuauhtémoc; visión revolucionaria.




En los albores del siglo pasado, los fundadores de lo que hoy es Cuauhtémoc, se asentaron en este punto de la geografía chihuahuense con una visión Después de poco más de un siglo, esta ciudad muestra un crecimiento urbano importante y, por supuesto, un progreso comunitario indiscutible.
Rodolfo Ornelas Chávez -descendiente de Belisario Chávez-, cuyos apuntes nutren hoy esta exposición, ha escrito: “Por el documento inicial para llegar a crear el municipio, se advierte que los fundadores se propusieron emprender la revolución socioeconómica por la cual se había tenido que luchar violentamente un decenio antes”.
Nadie ha negado la afirmación de que Cuauhtémoc es un fruto revolucionario, un producto directo de los empeños de aquellos hombres que de manera honorable lucharon por reivindicar sus derechos fundamentales frente al regimen de Porfirio Díaz. Aquí el germen de la visión que nos deja en lo que somos, aquí y ahora.
Continúa Ornelas Chávez: “La Revolución creó un proyecto revolucionario en las mentes de sus protagonistas y de algunas generaciones posteriores, que de ninguna manera tenía por que triunfar inevitablemente, pero contaba con el ingrediente fundamental de comprender todos los componentes tanto del origen de la guerra revolucionaria como de las únicas desembocaduras posibles del movimiento”.
Así que los revolucionarios, con el agravio del régimen, anhelaban otras condiciones para su descendencia, otro modo de ser, de estar, de convivir. Sentían en lo más profundo el pasado ignominioso y preveían un futuro donde las cosas serían mejores.
Era necesario derrumbar el sistema de explotación que enardecía a los revolucionarios. Había que terminar con el soporte de la explotación agraria . Cuauhtémoc nació, precisamente de la crisis de la Hacienda de Bustillos en particular, y de la crisis del sistema porfirista en general. El movimiento revolucionario veía, así, sus efectos.
Los fundadores inician su tarea: la construcción de esta comunidad, confiando en sus propias fuerzas para señalar con trabajo la ruta del crecimiento y el progreso que hoy disfrutamos.
En palabras de Rodolfo Ornelas: “Gracias a que se puso en marcha ese proyecto, la población no revolucionaria subsiguiente pudo contar con la combinación de trabajo libre y demanda propia, inexistente antes de la guerra revolucionaria, y lograr así los ingresos que siempre procura, pero con un orden social sin el despojo en contra de la clase trabajadora que hubo anteriormente. Este es el escenario planteado por la fundación de Cuauhtémoc”.
Cuauhtémoc es actualmente, sin duda, una cosecha planeada, pensada, querida y buscada por sus fundadores. Quienes aquí nos encontramos le debemos al sentimiento revolucionario mucho más de lo que le hemos reconocido. Que no se nos olvide.
Fuente documental:
“El significado histórico de la fundación de Cuauhtémoc. En memoria de Belisario Chávez Ochoa.” Rodolfo Ornelas Chávez. Cuauhtémoc, Chih., julio de 2007. Archivo de la Sociedad de Estudios Históricos de Cuauhtémoc “Victoriano Díaz” A.C.

Ejido Lázaro Cárdenas

Por: Juan Ramón Camacho Rodríguez


Cuauhtémoc es un municipio que está integrado por tres secciones: Anáhuac, Álvaro Obregón (Rubio) y Lázaro Cárdenas. Mientras que Anáhuac y Álvaro Obregón son comunidades que nacen como colonias agrícolas en la década de los veintes del siglo pasado, Lázaro Cárdenas surge como un ejido en 1967.
Localizada a poco más de ochenta kilómetros al norte de la cabecera municipal y dedicada primordialmente a la agricultura, la comunidad de Lázaro Cárdenas está gobernada por Isidro Cisneros Murillo, presidente seccional, quien ha informado que el número de habitantes es cercano a los mil cuatrocientos. Alfido Márquez Acuña, presidente seccional de 1992 a 1995, afirma que hubo un tiempo en que la cantidad de habitantes superó los dosmil. Talvez se trate de una cifra que incluye a las demás comunidades de la sección, porque la cifra oficial de habitantes en el poblado de Lázaro Cárdenas es de setecientos veinte, según la Presidencia Municipal de Cuauhtémoc.
En 1967 el Departamento Agrario del Estado de Chihuahua decide integrar un grupo de personas interesadas en formar un nuevo ejido en el límite norte del municipio de Cuauhtémoc, en el punto más alejado de la cabecera municipal, colindando con el municipio de Namiquipa.
Comisionado por dicha dependencia de gobierno, un ingeniero de apellido Mata se da a la tarea de invitar a campesinos de distintas partes del estado para que formen parte de la nueva comunidad. Logra reunir a cinco grupos (Chihuahua, Santa Lucía, Nuevo Horizonte, Namiquipa y Cuauhtémoc) que sumaban totalmente trescientas personas. A cada campesino le corresponderían veinte hectáreas.
Una vez cumplido el trámite de integración del grupo para el nuevo ejido, la Presidencia de la República extiende una resolución en noviembre de 1967, mediante la cual queda constituido el que oficialmente se llamó Nuevo Centro de Población “Lázaro Cárdenas del Río”. Cabe mencionar que los campesinos dotados con las tierras de este nuevo ejido propusieron otros nombres para el poblado, como “La Esmeralda” y “La Gloria”, pero finalmente el gobierno determinó el nombre que lleva hasta la actualidad.
Las tierras para el ejido Láraro Cárdenas pertenecían a la Hacienda de Tepehuanes, propiedad de la familia Almeida, aunque aparecían en los trámites de compra-venta los nombres de Pedro Achabal y Macario Pérez.
Algunos nombres de los fundadores del ejido son: Monserrat Ortiz Durán, Miguel Ramos Gutiérrez, Manuel Chávez Torres, Arturo Salazar López, Villado Trillo Sáenz, Alfonso Trillo Sáenz, Simón Granillo Ponce, entre otros.
Un ingeniero de apellido Villalobos fue el encargado de trazar el nuevo centro poblacional, el cual mantiene una geometría perfecta. A cada ejidatario se le entregó un lote de cincuenta por treinta metros. Por cada cuadra se entregaron seis solares. Fueron en total doscientos noventa y seis lotes. Algunos campesinos que se habían apuntado en la lista original finalmente no reclamaron su terreno.
Así ocurrió el nacimiento de la comunidad agrícola de Lázaro Cárdenas, cabecera de la sección municipal del mismo nombre. Ya nos ocuparemos en otro momento del nacimiento de dicha sección municipal.
Agradezco a los señores Villado y Alfonso Trillo Sáenz, así como a Simón Granillo Ponce y Elfido Márquez Acuña, la generosidad con la que brindaron información para este trabajo.

Los pioneros




Por: Victoriano Díaz Gutiérrez


La actual avenida Juárez fue la primera arteria de esta población. A lo largo de ella se establecieron los primeros comercios. Y así, empezando de la esquina con la Agustín Melgar, en la misma cuadra donde existía la casa de la de hacienda, tenía su negocio con el nombre de “La Voz del Pueblo” el señor Andrés Wong Chong, quien había entrado al país por el puerto de Manzanillo, el 15 de marzo de 1910.

Con solo cruzar la calle se encontraba otra tienda conocida como “la tienda de los chinos pelones”, cuyo propietario era la firma J.Lee Wong. Este negocio fue famoso por dar “pilones” en las compras, con lo cual se atraía mucha clientela, sobre todo niños. Enseguida se encontraba la Casa Wibsrun, que se dedicaba a la compra-venta de semilla, así como al comercio de abarrotes al mayoreo.

El Centro Mercantil era otro establecimiento que se encontraba en el mismo sector, producto de la sociedad entre Antonio Pérez B. y los japoneses Martín Otzuka y Amado Yamada. También había una segunda de fierros, propiedad de Nicasio Castillo. Más adelante podíamos encontrar un local ocupado con un negocio de cantina y un billar que hasta 1932 existía con el nombre de “La Ultamarina”.

La panadería “La Tapatía” se encontraba enseguida del billar y era propiedad de Jesús García. Haciendo esquina con la calle tercera, una tienda que ostentaba el nombre de “El Puerto de Veracruz”, cuyo propietario fue un español de nombre Ramón Rodríguez, mejor conocido como “Ramón el Gachupín”

Si pasábamos la calle tercera, en la esquina podíamos encontrar el hotel que después de 1927 se llamó Hotel Cuauhtémoc. Enseguida aparecía una casa comercial dedicada a la compra-venta de semilla hasta la representación de varias casas comerciales nacionales y extranjeras; aquí se distribuían productos de la compañía cervecera Moctezuma, así como los ptoductos de la compañía petrolera alemana Sinclair; también operaba una corresponsalía del Banco Mercantil de Chihuahua. El gerente de “La Mercantil” fue el señor Juan Enríquez.

Al seguir por la avenida Juárez, cruzando la calle quinta, llegábamos al restaurante más famoso de la época: “el restaurante de los Meneses”, como fue conocido. Luego estaba el Hotel Núñez, propiedad de Benito Núñez Calderón, jefe de la estación del ferrocarril, gran impulsor del deporte local y amante apasionado del béisbol.

Cruzando la calle séptima se encontraba el Hotel San Antonio y, enseguida, “La Huasteca”, negocio dedicado a la venta de gasolina y lubricantes. Hacia el plan del arroyo se encontraban las instalaciones de una empresa comercia conocida como La Pearson, dedicada tamién al ramo de los energéticos derivados del petróleo.

Atravesando las vías del ferrocarril existía “El Águila”, filial de la compañía inglesa del mismo nombre. Dicha negociación local existe hasta el momento con el nombre de Combustibles y Grasas Meléndez, apellido de quien fuera el gerente de la misma desde su fundación: Baltazar Meléndez. Después de la nacionalización de las compañías petroleras en 1938, quedó en Cuauhtémoc como distribuidor el señor Gudelio Gutiérrez, del sindicato de Petroleros Mexicanos, gerente de La Huasteca y dueño de una fábrica de velas y veladoras de nombre La Fe.


PUERTA A LA SIERRA. RECUENTO HISTÓRICO DE CUAUHTÉMOC. Díaz Gutiérrez, Victoriano. Editorial Asterisco. Cuauhtémoc. 1999.

Semana Santa Tarahumara




Por: Juan Ramón Camacho Rodríguez

Alguna vez hemos escuchado a alguien criticar el modo en que los indígenas tarahumaras celebran la Semana Santa, diciendo de ellos que no pueden ser verdaderamente cristianos católicos al convertir la muerte de Jesucristo en motivo de fiesta.
Muchas celebraciones religiosas entre los rarámuris son la suma sincrética de elementos indígenas con tradiciones cristianas traídas por los españoles. Pero la aceptación la Semana Santa por parte de los indígenas debió mucho a la temporada del año, al calendario que rige las actividades de producción agrícola.
El ciclo agrícola es un elemento determinante en la realización de las festividades en la cultura tarahumara. Se dice que hay fiestas tanto para pedir lluvia como para agradecer las cosechas. Por tanto, la implantación de una celebración religiosa justo al comienzo de las siembras no pudo ser tan difícil.
Los gustos estéticos de los indígenas y las preferencias por las pautas de solemnidad propias de la celebración de Semana Santa, hicieron que se estableciera esta fiesta talvez desplazando otras festividades prehispánicas que se realizaban con motivo del inicio de siembras.
Sin duda que la celebración de Semana Santa entre los rarámuris es un gesto sincrético de su cultura a este momento de su historia. Un tanto de sus originales rasgos más otro tanto de los rasgos de los misioneros que los convirtieron al cristianismo, así como una evolución inevitable, hacen una manifestación religiosa singular y atractiva, llena de color y seriedad.
La tradición de la Semana Santa en la Tarahumara ha enlistado a un gran número de protagonistas: gobernadores, sacerdotes, fiesteros, capitanes, fariseos, pintos, soldados, tenanches, pascoleros y otros más.
Actos y actitudes han nutrido la tradición. Procesiones y bailes alrededor de las iglesias. Aglomeraciones en los atrios. Comidas y bebidas. Peleas simuladas (el bien contra el mal). Oraciones y cantos. Frases entre latín, el tarahumara y el castellano. Gritos al ritmo de la danza. Fe.
Pedro de Velasco y Rivero escribe: “Hay que entender la religiosidad de esta gente desde la unidad de sus actores y como reflejo de su realidad personal y cultural. Como los indios, las fiestas no son ni “autóctonas” –puesto que no conservan incontaminadas las costumbres precolombianas, ni están realizadas por los antiguos Rarámuri-, ni “cristianas” –fiel copia de las fiestas traídas por los misioneros o de las fiestas actuales prescritas por el ordo romano a todos los católicos”.
Continúa de Velasco: “Hay que entenderlas como la expresión religioso-cultural más importante –central- de ese grupo que se denomina Pagótuame; y entender el proceso de apropiación y reelaboración de las fiestas puede ser una clave para comprender la historia y la realidad actual de los hombres que hacen la fiesta”.

Bibliografía:
Danzar o Morir. Pedro de Velasco Rivero. Ediciones CRT. Segunda edición. 1987.

Hacienda de Bustillos, Madero y Villa.




Por: Juan Ramón Camacho Rodríguez


Francisco I. Madero encontraba en la Hacienda de Bustillos un lugar protector. Alberto Madero, su tío, era administrador de la misma y simpatizaba con los ideales democráticos que dieron vida a la lucha del sobrino..
Francisco Villa y Francisco I. Madero se conocieron en la Hacienda de Bustillos. Eran los días últimos de marzo de 1911 y los golpes de la rebeldía habían conseguido hacer tambalear al gobierno de Porfirio Díaz. Villa veía con admiración a Madero, quien también mostraba respeto por el guerrillero. Y hay quien afirma que la actitud de Madero hacia Villa fue paternalista y perfumada con algo de misticismo, en la cual hubo confesiones, arrepentimientos, palabras de consuelo y hasta de redención.
Villa llegó a la hacienda (a la cual respetó siempre como gratitud a Pedro Zuloaga, heredero de la misma, al salvar éste su vida gestionando el perdón del castigo de muerte en ocasión de una pillada) y se presentó ante Madero con poco más de doscientos hombres, luego lo hizo Pascual Orozco. En esta hacienda nació entonces un ejército con millares de efectivos en torno a la figura de Madero.
La Hacienda de Bustillos fue un punto geográfico fundamental para la estrategia de combate al gobierno porfirista. Antes de la reunión con Villa y Orozco, Madero ya había sostenido juntas con Abraham González y otros líderes antirreeleccionistas.
Dicha hacienda se convirtió en un escenario de singular importancia que vino a enmarcar, prácticamente, la toma de decisiones que hicieron caer finalmente a Díaz.
Por lo anterior, la Hacienda de Bustillos tiene un enorme valor dentro del desarrollo del movimiento armado iniciado en noviembre de 1910. Fue un lugar que cobijo a los revolucionarios y que, al mismo tiempo, permitió las discusiones que incidieron al final sobre las acciones que marcaron un nuevo tiempo para el país.
Hace noventa y ocho años, los patios, pasillos, salas y corrales de la Hacienda de Bustillos constituían la locación para el diálogo entre los caudillos de la revolución. Sobre todo el salón comedor, ubicado al fondo, frente a un jardincito, junto a las habitaciones más íntimas de la casa grande de la hacienda.
Al caminar por hacienda, uno se enfrenta al pasado, y entonces la imaginación trabaja para reconstruir las escenas: acá Madero, allá Villa, se discute la estrategia, se valora la táctica, se planea la acción.
Será oportuna la convocatoria a las autoridades municipales de Cuauhtémoc, así como a las estatales y federales, para programar actividades con el fin de revalorar el peso que la Hacienda de Bustillos tuvo en el proceso revolucionario.
Es de esperar que para el 2011, se conmemore la caída del gobierno de Porfirio Díaz desde la Hacienda de Bustillos. No es mínima la exigencia tanto a autoridades como a ciudadanos en general. Hay que destacar la importancia histórica de esta hacienda enclavada en el municipio de Cuauhtémoc.

La Sección Municipal de Álvaro Obregón

Por: Juan Ramón Camacho Rodríguez

Se iba el siglo diecinueve y llegaba el veinte. Miguel Calderón Ramírez, avecindado en la Hacienda de El Saucito, entre Rubio y San Andrés, trabajó duro la tierra, experimentando las exigencias del trabajo agrícola para no ser retribuido ni siquiera lo necesario. De ahí su resentimiento, como el de otros muchos, contra los Díaz, los Terrazas, los Zuloaga.
Los terratenientes, dueños de tierras y vidas, alimentaron el espíritu agrarista de comienzos del siglo veinte en estos lugares chihuahuenses. Y así como Anáhuac y Cuauhtémoc, Colonia Álvaro Obregón (Rubio) surge como colonia agrícola el 15 de agosto de 1922, como respuesta al anhelo campesino, justo en el lugar de la Hacienda de Rubio.
Pero es en marzo cuando los habitantes de Colonia Álvaro Obregón, cabecera de la sección municipal cuauhtemense del mismo nombre, han de recordar el nacimiento de dicha sección, ya que fue el veintidós de marzo de 1928 cuando se decretó la formación de dicha sección perteneciente al Municipio de Cuauhtémoc (apenas nacido en julio de 1927).
Recordemos que la solicitud de los habitantes de Rubio para la formación de la sección municipal fue presentada ante el Congreso del Estado desde el treinta de agosto de 1927, es decir, apenas a un mes de creado el municipio de Cuauhtémoc.
Los retos de la sección de Rubio fueron asumidos con integridad por los presidentes que a través de más de ochenta años han trabajado por las comunidades que la integran, incluidos los campos menonitas y otras colonias agrícolas.
Efectivamente, desde el primer presidente de la sección de Álvaro Obregón, Julio Miramontes, hasta el actual, Salvador Ruiz, el esmero por el desarrollo comunitario ha dejado una huella de crecimiento y consolidación.
En Rubio se recuerda que gente como Miguel Calderón fue la que consiguió la formación de las colonias agrícolas en el estado, exigiendo a los gobiernos emergidos de la lucha revolucionaria el cumplimiento de las promesas para los campesinos. La creación de la Colonia Álvaro Obregón por orden directa del presidente de México al que debe su nombre tuvo sus repercusiones políticas, sociales y económicas casi de manera inmediata.
De hecho, se puede afirmar que el municipio de Cuauhtémoc es producto de la Revolución. La sección de Álvaro Obregón es una consecuencia de la lucha revolucionaria, de los empeños agraristas. Aún se respira en dicha colonia el espíritu aguerrido de los campesinos villistas cuya bandera no deja de ondear.
Carlos Argüello, actual presidente del Comité de la Colonia Agrícola Álvaro Obregón, facilita una copia del reglamento, en el cual encontramos los nombres de (socios) fundadores de la colonia, cuya lista transcribimos.
Isauro González, José González, José González (hijo), Elías González, Juan J. Miramontes, Jesús Hernández, Ramón Enríquez, Guadalupe Iglesias, Ramón Iglesias, Mauricio Iglesias, Arturo Acosta (hijo), Rafael Hernández, Jesús J. Martínez, Víctor Quezada, Santiago Miramontes, Cleofas Maldonado, Daniel Maldonado, Pablo Maldonado, Jesús Corral, Luz León V. De Miramontes, Edauto Quezada, Teodoro González, Heleodoro González, Leonides Erives, Jesús Olivas, Francisco Corral, José M. Delgado, Luis Juárez, Teodoseo Gutiérrez, Fernando Erives, Guadalupe Nevares, Jesús Gallegos, Blas Parra, Ernesto Castillo, Patricio Maldonado, Juan Gutiérrez, Jesús J. González, Jesús Rubio, Emilio S. Castillo, Francisco Anchondo, Rafael Madrid, Joaquín Carrera, Basilio Marrufo, Hermenegildo Rodríguez, Jesús Cereceres, Miguel Calderón, Manuel Maldonado, Gildardo Mendoza, Efrén Carrera, Pedro Bonilla, Esperanza Pérez V. De Parra. Melquíades Morales.

Visítenos en http:// historiadecuauhtemoc.blogspot.com

Ataque a Columbus. Objetivo: Samuel Rabel






Por: Marcelino Martínez Sánchez

Tras de ser liquidada la gloriosa División del Norte, después de la cena navideña de 1925 en la Hacienda de Bustillos, la mayoría de los veintisiete generales decidieron correr la suerte de Villa, tomando el rumbo de la sierra por donde sabían que podían sobrevivir a guerrillas.
El dos de enero de 1926, en la Hacienda de Rubio, se disuelve la infantería, sólo constituirían en guerra los de a caballo, que en su gran mayoría eran gente de esta región. También había de Sonora, Durango, Coahuila, Zacatecas y otros estados que seguían leales al Centauro.
Desde aquella tarde el dos de enero y hasta el veintiséis de febrero del mismo año, los villistas en tropa de más de dos mil hombres acampan en la Hacienda de San Jerónimo, propiedad de la familia Almeida. Desde ese lugar, el caudillo intenta atraer a Zapata y a Argumedo, ycree poder escatar el adeudo de armamento que está pendiente de entregar el judío traficante de armas Samuel Rabel, de Columbus, Nuevo México, quien responde desconociendo tratos con el “bandido” de Villa.
La respuesta del judío, aunada al coraje por la masacre de Agua Prieta y el recuerdo que León Cárdenas hace del bombardeo a Veracruz el nueve de marzo de 1847, acrecientan el odio de Villa, acentuado por el reconocimiento de los Estados Unidos al gobierno de Carranza.
Villa hace saber a los generales más cercanos la necesidad de emprender una marcha que los lleve a la frontera solo con “los más hombres”. Alberto Calzadías Barrera dice que irán cuatrocientos tres, Taibo II los hace crecer hasta cerca de quinientos.
Villa es el jefe, pero ordena obedecer a Candelario Cervantes, de Namiquipa, para que se estrene como general dirigiendo el ataque. En último momento se señala como objetivo de éste las propiedades del tracalero Rabel en Columbus.

Bibliografía:
“Villa contra todos” Calzadíaz Barrera, Alberto.
“Pancho Villa. Biografía Narrativa”. Taibo II, Paco Ignacio.

El pito de la fábrica







Por: Margarito de la Peña García




Un día en Anáhuac y el poblado CELULOSA en 1973. Un ronco silbato como el de un barco rompe el amanecer. Son las seis treinta de la mañana y comienzan a encender las luces de cada casa habitada por una familia cuyo padre labora en la fábrica CELULOSA.
Las mujeres ya han alistado el lonche que llevará el marido para su jornada de trabajo de siete a tres (primer turno). El hombre se viste con su ropa de trabajo, toma su casco, lo pone bajo el brazo y toma su red (pequeña bolsa con dos asas) donde lleva su “lonche” y su coca-cola, y se encamina al trabajo.
Hay quienes van en su bicicleta y pocos que usan carro o troca. Para los que usan bicicleta existe un estacionamiento especial con tejado y cerco de malla en las afueras de la fábrica, en donde se pueden guardar más de cien.
Se vuelve a escuchar el silbato, pero de forma menos pronunciada que la vez anterior. Falta cinco minutos para las siete. Los que van retrasados apuran sus pasos para checar su tarjeta en el reloj. Y los que entraron el turno anterior se asoman por las ventanas y puertas de los muchos departamentos del complejo industrial para ver si su relevo ha llegado, porque de no ser así se quedaran a doblar turno.
A los cinco minutos suena el silbato un poco más prolongado. Son las siete de la mañana y en la puerta de acceso de personal o “portería” van saliendo los del turno de tercera, encontrándose a su paso a los que llegan a la hora para el turno de primera. Los guardias de vigilancia observan, alertas por si alguien de los que salen llevan algo más que su caso y su lonchera, y que los que entran lleven su caso y sus zapatos de seguridad y no se vayan en estado inconveniente.
Todo transcurre con normalidad. Los que llegan a su departamento (tubería, pailería, corte de madera, blanqueo, continuas, etc.) a la vez que toman café y pasan lista de asistencia, comentan con sus compañeros los temas más diversos.
Pero es el día de pago y hay que buscar el momento propicio para ir a la caja a cobrar la “raya”. A la caja acuden los que salen de tercera, igual los que andan de segunda y después los de mantenimiento.
Cinco para las ocho. Suena el silbato de nuevo. Comienzan a llegar los de mantenimiento o “mixto” (turno laboral de ocho a cuatro), junto con las secretarias y demás personal administrativo y de ingeniería y otros tantos.
A las nueve y media o diez comienzan a llegar los niños y señoras a la entrada de la planta, hijos y esposas de los obreros, y algún acomedido que se dedica a llevar los lonches que algunas amas de casa despachan desde sus casas.
Desde temprano, afuera de la fábrica hay dos o tres fayuqueros ofreciendo mercancía diversa que compran algunos obreros que acaban de cobrar su “raya”. Los fayuqueros traen en sus manos unos cuadernos donde escriben nombre y cantidad de los artículos fiados. Allí estarán hasta las cinco de la tarde, acompañados por personas necesitadas que piden ayuda económica y hasta por algún vívales que finge discapacidad para obtener algunos pesos sin trabajar.
Todos los que han cobrado miran sus sobres de pago y comentan con los compañeros sus ingresos, deducciones, descuentos, y otros detalles. Hay quienes planean divertirse por la tarde después de dejar el “chivo”, aunque habrá quienes no llegarán a su casa hasta que se acaben la “raya”.
El silbato de la fábrica vuelve a oírse a las doce, para que secretarias y empleados de confianza vayan a comer. Algunos saldrán a comer a su casa y otros acuden al comedor de un hotel de la empresa, en el cual los alimentos son buenos y a un costo simbólico.
A la una vuelven los empleados al trabajo, claro que no sin antes escuchar de nueva cuenta el silbato, el cual suena de nuevo a los dos y media para que los trabajadores que entraron a las siete preparen su salida y esperan su relevo. El silbato se oye a las tres y ocurre el mismo ritual que a las ocho oras antes, donde unos entran y otros salen. Unos salen contentos a su casa y otros que planearon salir a divertirse van comentando lo planeado.
Aunque divertirse en Anáhuac no era muy difícil. Existían por el centro varios locales donde se consumían bebidas alcohólicas, pero estaban disfrazados de cafeterías o restaurantes, y otras donde meseras y dueños ya esperaban aquellas visitas que traían el dinero o la “raya”. Así, se podían ver afuera de estos establecimientos algunas bicicletas con el casco y la red colgados de los manubrios. Algunos con privilegios por parte de la dueña del local podían entrar con todo y bicicleta : “no vayan a pasar tus chavalos o tu vieja”.
Por cierto, había locales donde se podían amarrar los caballos usados aún por algunos parroquianos. Y así, mientras el dueños del animal saciaban su sed dentro del café o la cantina, éste esperaba seguro allá afuera.
Los viernes eran días gloriosos para esos negocios. Lo malo: cuando algún parroquiano terminaba la juerga en el hospital o en la cárcel, o bien que alguien llevara la parranda hasta la cabecera municipal, Cuauhtémoc, y no se sabía pronto de él. Esto es una parte de lo que pasaba, pero había la otra cara de la moneda.
Los obreros que con su salario en el bolsillo llegaban directo a casa, lo hacían con el cansancio a cuestas pero satisfechos de una semana de trabajo. Esposa e hijos, contentos. Era día de salir a comprar el mandado de la semana, el vestido, el calzado, llevar el abono a la mueblería. Y los que tenían hijos estudiando en la capital o en otra ciudad mandaban el dinero o les esperaban para entregárselos el fin de semana.
El viernes, un día especial. Al volver a casa, los que no tenían auto lo hacían en taxi y se les veía contentos, llevando su mandando y artículos diversos comprados esa tarde. Han aprovechado las compras y les ha servido de paseo.
Se veía mucho movimiento en el pueblo y en el poblado (el primero es la colonia agrícola fundada al norte de las vías del tren y el segundo es el conjunto habitacional llamado “las casitas” en la propiedad de CELULOSA, al sur de las vías). Se terminaba el encanto de esa semana para los obreros y empleados de la fábrica, pero había que esperar la otra: “ a ver cómo nos va”, se oía decir.
Los demás habitantes de Anáhuac, que eran campesinos y comerciantes, esperaban el sábado y el domingo. Se efectuaban partidos de futbol y de béisbol, en los cuales se veían involucrados todos los habitantes.
Hoy, quien vivió en ese lugar en aquel tiempo, podrá dar testimonio de lo que fue Anáhuac y compararlo con lo que hoy es. Hay una gran diferencia en algunas cosas. Hay menos habitantes. Los eventos deportivos han perdido la lucidez de antaño. Y aunque el pueblo cuenta con algunas mejoras, como nuevas casas, más alumbrado, extensión de redes eléctricas e hidráulicas, así como más calles pavimentadas, también hay una gran parte en ruinas. Queda la calle ejido, llena de tráfico vehicular, sobre todo el domingo por la tarde. Y aunque en aquellos años las calles eran todas de terracería, la alegría reinaba en ellas.
Hoy recuerdo con nostalgia aquellos tiempos.

Guadalupe Gardea Montes de Oca




Por: Marcelino Martínez Sánchez.


La Sociedad de Estudios Históricos de Cuauhtémoc “Victoriano Díaz” A.C. (SEHC) está participando en la organización de los eventos conmemorativos del aniversario número ochenta y seis de la fundación de Anáhuac. Como una aportación de esta Sociedad a la celebración, publicamos la biografía de Guadalupe Gardea Montes de Oca, fundador de la Colonia Gardea, hoy ciudad Anáhuac, Chihuahua.

Nació en la CD. de Chihuahua en el año 1866, hijo de familia reconocida por su cercanía a los círculos políticos antiporfirista de los años anteriores al estallido del movimiento armado de 1910.
De su participación inicial en la revolución, se registra que al lado de algunos de sus compañeros del club anti reeleccionista del que era jefe en Chihuahua y bajo las ordenes de Don Castillo Herrera, se estrenan como combatientes en el Bajío del Tecolote, el 27 de noviembre de ese 1910 resultando un desastre al enfrentarse al ejercito porfirista de Juan José Navarro, experimentado general, victorioso en su lucha contra obreros y campesinos enemigos del Porfiriato de ese hecho se cita a su hermano Gabriel y Francisco Villa.
En 1912 se adhiere a los orozquistas que bajo el plan de la empacadora desconocen el gobierno de Madero y hacen suyos algunos puentes del plan Ayala de los zapatistas al triunfo de la revolución, con la expedición de la constitución de 1917, el Articulo 27 recoge los reclamos de los hombres del campo y Don Guadalupe Gardea Montes de Oca, al lado de antiguos compañeros de armas, exigen tierras en las cercanías de la Laguna de Bustillos, de las muchas que poseía el latifundio de la familia Zuloaga.
El 26 de febrero de 1923, la comisión agraria local, expida un acuerdo firmado por el gobernador del Estado Ignacio C. Enríquez dotando de tierra, a los agraristas lidereados por Don Guadalupe Gardea Montes de Oca, reconociéndose el lugar a partir de es inicial reparto como Colonia Gardea.
Mucho se recuerda de la situación de hostilidad que en esos tiempos se dieron entre agraristas y guardias blancas de la Hacienda de Bustillos, convirtiéndose en la leyenda las peripecias sufridas por Gardea Montes de Oca en la protección de su familia y los supuestos escondites por los rumbos del picacho.
Los campesinos de la colonia agrícola Gardea, no escaparon a los conflictos políticos que se dieron de 1926 a 1929, teniendo una grabe division con enfrentamientos que lastimaron hasta la relación familiar – Don Andrés Mendoza Villa pierde una pierna en una balacera para finalmente imponerse la idea de hacer de aquello un ejido que es entregado en 1931 por Resolución presidencial el Sr. Ignacio Felix como primer Presidente del comisariado ejidal.
Don Guadalupe, que fuera padre de Maria Eugenia, Blasa Luciana, Jorge, Estanislao, Juan, Leonardo y Guadalupe, al ser reconocido como coronel y miembro de la delegación nacional de veteranos de la Revolución, recibió a partir del 15 de junio de 1940 una pensión vitalicia de $60 pesos.Murió el 16 de Septiembre de 1960 a los 94 años de edad en la Ciudad de Chihuahua, dejando como herencia para los Chihuahuenses la Ciudad de Anáhuac.