Juan Ramón Camacho Rodríguez
A partir de la década de los veintes, con la llegada de los menonitas y el reparto de tierras a los labriegos, San Antonio de Arenales se convertía en un polo de desarrollo que, a la larga, beneficiaría a toda la comarca y, ante lo cual, se convertiría en la ciudad que es actualmente, con un peso específico en el desarrollo estatal y nacional.
A mediados de 1926, ya latía en el núcleo poblacional de San Antonio de Arenales la inquietud de convertirse en cabecera de un nuevo municipio. Los fundadores de este centro, en su mayoría campesinos, se enorgullecían de la celeridad con la cual esta comunidad crecía en todos los aspectos.
En septiembre del año en mención, los habitantes de San Antonio hacen llegar al Congreso del Estado la solicitud formal para que se decrete la nueva municipalidad y, a la vez, se cambie el nombre por el de “Cuauhtémoc”.
Esta iniciativa se tomaba con la orientación y el apoyo del diputado local, Belisario Chávez, quien atendió directamente el asunto en la capital y procedió a la gestión correspondiente. Por esto hay quien menciona como “fundador” de Cuauhtémoc al señor Chávez.
El Congreso local procedió entonces y para el 12 de julio de 1927 se decretó la creación del Municipio de Cuauhtémoc, y también el cambio de nombre de esta población. La nueva municipalidad surgía en la extensión territorial que correspondiera a la otrora sección municipal de Cusihuiriachi conocida como “La laguna”.
Estamos por festejar un año más del nacimiento de este municipio. Nos enfrentamos ya al aniversario número ochenta y dos del municipio que ocupa el tercer lugar en importancia económica, política y social en la entidad.
Recordaremos en estos días los trabajos realizados por aquellos habitantes de San Antonio para que su centro de población se perfilara rumbo al sitio que hoy ocupa tan orgullosamente.
Tiempo es de recuperar y recordar una y otra vez nuestro origen. Sobre el valor que guarda la historia para una sociedad, parece vana cualquier discusión. Así que, retomando ese valor –considerándolo como uno de los principios fundamentales de la vida comunitaria, los cuauhtemenses necesitamos mantener nuestra memoria, para apelar a ella cuando busquemos establecer nuestra identidad.
Es un buen momento para encontrarnos con nuestros orígenes, para evitar perder la memoria y, con ello, la consciencia de lo que somos y lo que hemos batallado para serlo.
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