Abraham González, gobernador de Chihuahua

Por: Juan Ramón Camacho Rodríguez


Dos guerrerenses ocupan lugar especial en la historia del estado y del país: Abraham González y Pascual Orozco. Dos personajes de la región noroeste de Chihuahua que han dejado huella profunda en el devenir nacional.
Pascual Orozco no era político; era, más bien, rebelde, guerrillero, hombre de armas. No, definitivamente, Orozco no era como Abraham González, el ideólogo antirreeleccionista de Chihuahua. Éste supo del poder político, lo percibió, se acercó a él. Orozco no quiso ser gobernador, no tenía el menor interés, y otras cosas lo ocupaban y preocupaban.
Don Abraham figuró como hombre fuerte en la campaña electoral de Francisco I. Madero, y cuando éste llegó a la Presidencia de la República, el chihuahuense fue nombrado secretario de Gobernación, por lo cual dejó la gobernatura de su estado. En febrero de 1912, el gobernador interino de Chihuahua, Aureliano S. González, renunció al cargo debido a las luchas internas que brotaban por el incumplimiento del Plan de San Luis.
El Congreso Local chihuahuense nombró entonces como gobernador a Pascual Orozco, pero éste no aceptó el nombramiento. Y Abraham Gonzáles tuvo que regresar a donde los electores lo llevaron, llegando a Chihuahua capital el 12 de febrero.
Los grupos de rebeldes armados habían brotado en municipios serranos como Batopilas y Chínipas. En un manifiesto oficial el gobernador González pidió tiempo para que el gobierno cumpliera las promesas de la revolución; defendió a Pascual Orozco, a quien se le había confiado el mando de la Primera Zona Rural y recibía acusaciones por las rebeliones en la entidad. La rebeldía eran contra Madero.
Abraham González rindió protesta como gobernador de Chihuahua el 4 de octubre de 1911, y su período contemplaba hasta octubre de 1915. Desde el 31 de octubre de 1911 los insatisfechos con el nuevo gobierno federal lanzaron el Plan de Tacubaya, que desconocía a Madero y proclamaba a Emilio Vázquez Gómez como presidente provisional.
En Chihuahua, los grupos vazquistas también hicieron su aparición, generando problemas al gobierno local. En Casas Grandes, José Salazar y Emilio Campa denunciaban la traición a la revolución por parte de Madero y nombraban a Orozco como su líder.
El liderazgo de Abraham González entre algunos campesinos, le permitió organizar la defensa de un proyecto de orden y apaciguamiento en la entidad. El gobernador también organizó cuadrillas de militares leales para recorrer el territorio estatal. Pero esto no fue suficiente. Fue 1912 el año en que Abraham Gonzáles gobernó un estado anárquico, un estado donde la intranquilidad y la violencia campeaban.
El 3 de marzo de 1913, Pascual Orozco levantó en armas a muchos chihuahuenses. Abraham González se había escondido. Un día después Orozco toma el control militar en el estado. Todo por reivindicar el Plan de San Luis. Chihuahua se volvería vazquizta y orozquista al desconocer el congreso local al gobierno de Madero.
Después de la Decena Trágica (del 9 al 19 de febrero de 1913), Victoriano Huerta asume el poder federal. Madero y Pino Suárez mueren asesinados el 22 de febrero. El 27 del mismo mes los rebeldes (entre ellos, Pascual Orozco, Benjamín Argumendo y Emilio Campa) firman los acuerdos de pacificación.
Abraham González, el político e ideólogo de la revolución en Chihuahua, el gobernador que no logró la paz de su estado, fue hecho prisionero desde el 22 de febrero y el día 26 lanza un manifiesto donde lamentaba la situación por la que atravesaba el estado. Muere en el Cañón de Bachimba (7 de marzo de 1913).
Bibliografía:
Chihuahua, una historia compartida. 1824-1921. Graziella Altamirano y Guadalupe Villa. Gobierno del Estado de Chihuahua. Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora. Universidad Autónoma de Ciudad Juárez.
http://www.bicentenario.gob.mx/Html/Historia/Biografias/GonzalezAbraham.html
http://es.wikipedia.org/wiki/Abraham_Gonz%C3%A1lez_Casavantes

Abraham González Casavantes




Por: Juan Ramón Camacho Rodríguez

Luis Terrazas, el gran terrateniente que alimentó el resentimiento entre los desposeídos del noroeste de Chihuahua, no pudo encontrar a más digno oponente en todo el estado que el enérgico Abraham González (1864-1913), nacido en la ciudad de Guerrero.
Durante el tercer cuarto del siglo XIX, en Chihuahua, como en todo el país, ser campesino determinaba ser revolucionario. La explotación y la pobreza del agricultor fueron la escuela cuya graduación ocurriría a finales de 1910.
Abraham González ostentó con gallardía su oposición a la dictadura porfirista, apoyando el proyecto contra la reelección. Adherido al movimiento antirreeleccionsita coordinó la campaña de Francisco I. Madero, de quien obtuvo confianza y amistad. En una gira propagandística por el estado, en enero de 1910, Madero visitó la capital, donde lo esperaba Abraham González como líder del club antirreeleccionista.
Escriben Graziella Altamirano y Guadalupe Villa que Madero “Manifestó que el objeto de su gira era la organización del Partido, pero que en Chihuahua se habían adelantado a sus propósitos, por lo que llegaba a cosechar y no a sembrar, pues se había ramificado por varios puntos del estado el esfuerzo combinado bajo la digna dirección de Abraham González”. (Chihuahua, una historia compartida. 1824-1921)
Las convicciones democráticas del guerrerense son burladas por quien ejerce el poder para permanecer en él. Porfirio Díaz y sus incondicionales en Chihuahua no respetaron a los demócratas y las consecuencias previsibles simplemente ocurrieron. Y el garbo de don Abraham no menguó; la lucha real estaba por comenzar.
Al estallar la Revolución, los jefes militares –como Villa y Orozco- tomaron su liderazgo en los campos de batalla chihuahuenses. Abraham González asumía el liderazgo político del movimiento, convirtiéndose en un factor de cohesión de los grupos revolucionarios al participar como activo en el ejército antirreeleccionista con el grado de coronel.
Al caer Díaz en 1911, Abraham González se convierte en gobernador interino de Chihuahua (junio) al deponer del puesto a Miguel Ahumada, quien había relevado a Terrazas a principios de ese año por instrucciones del mismo Díaz. Tres meses después, Abraham González es electo en el mismo cargo, el cual dejó antes del mes para integrarse apoyar a Madero como Secretario de Gobernación. Regresó a Chihuahua en febrero de 1912, ya que revolucionarios y antirrevolucionarios seguían la batalla espantando la estabilidad del estado.
Al consumar Huerta su traición a Madero, instruyendo la ejecución de éste y de Pino Suárez, su poder incide en Chihuahua, donde el general Antonio Rábago, jefe de la Zona Militar, toma el Congreso Local, destituye a Abraham González como gobernador y, al trasladarlo a la ciudad de México por tren, el 7 de marzo de 1913, ordena su fusilamiento en el Cañón de Bachimba.
La figura prominente de Abraham González en la Revolución Mexicana es una aportación del temple y la nobleza en que se forman los hombres del noroeste chihuahuense. Pertenece, este personaje, al grupo de ejemplos cuando se nos da cátedra de integridad, cuando queremos sacar provecho de las lecciones de la historia para nuestra propia formación tanto individual como social. En esta región, la historia de la Revolución ha sido mucho más que un cúmulo de relatos o reseñas bibliográficas. En el noroeste de Chihuahua, la historia de la Revolución ha sido la participación en sí, la lucha, el carácter de su gente, los ideales de un pueblo que aspira simplemente a mejorar.

Bibliografía.
Chihuahua, una historia compartida. 1824-1921. Graziella Altamirano y Guadalupe Villa. Gobierno del Estado de Chihuahua. Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora. Universidad Autónoma de Ciudad Juárez.
http://www.bicentenario.gob.mx/Html/Historia/Biografias/GonzalezAbraham.html
http://es.wikipedia.org/wiki/Abraham_Gonz%C3%A1lez_Casavantes

Malpaso




Por: Marcelino Martínez Sánchez

El cañón de Malpaso, localizado en las serranías limítrofes de los municipios de Cuauhtémoc y Guerrero, fue reconocido durante la campaña del gobernador de la Nueva Vizcaya, don Diego Guajardo Fajardo, hacia el lejano año de 1649, cuya exploración y conquista costó la vida al caudillo rarámuri Teporaca, encontrando un lugar para levantar una localidad que marcara el límite de las avanzadas a más de inmortalizar el nombre de su terruño, la Villa de Aguilar en España y el establecimiento de una misión que luego sería conocida como la Misión de la Purísima Concepción del Papigóchic –hoy Ciudad Guerrero, nombrada así en honor al caudillo independentista.
Las expediciones y el avance misionero fijaron como ruta de tránsito hacia el Papigóchic la más corta, pero también la más riesgosa, no por sus accidentes geográficos, sino por la facilidad que presenta para el atraco, la emboscada, a lo largo del cañón de Malpaso.
Las caravanas de colonos y comerciantes hablaban de las atrocidades sufridas en su paso rumbo a la sierra o a San Nicolás de Carretas. Pero igual suerte tenían las conductas que procedentes de los minerales del Distrito Rayón transportaban el oro y la plata a Chihuahua. Al respecto, parece que son más mitos que realidades, porque el catálogo de tesoros no registra lo más mínimo en este peligros paso, aunque su nombre evoca más de trescientos años de intranquilidades para quienes por ahí habían de pasar.
Sería durante el maderismo cuando este paso obligado entra en la historia de México, el 16 de diciembre, cuando las fuerzas de Pascual Orozco atacaron la Hacienda de Pedernales, recordado con ello a los caídos de Carichic que lideraba el valiente Daniel Rodríguez y la emboscada que los rebeldes serranos propinaron al ferrocarril con tropa federal el día 18 del mismo mes, donde fue herido de muerte el Coronel Martín Luis Guzmán, quien iba en auxilio del General Juan José Navarro, autor de la masacre en Cerro Prieto, copado en Pedernales.
La toma de Guerrero el 5 de diciembre y la Batalla de Malpaso hicieron crecer las figuras de Pascual Orozco, J. de la Luz Blanco, Marcelo Caraveo, Heliodoro Olea y de todos aquellos que sostenían el movimiento armado en esta parte de Chihuahua.
Según los “Apuntes Históricos de la Revolución” de Heliodoro Olea, es importante reconocer que para el concepto estricto de revolución –el levantamiento de Bachíniva con la toma de ese lugar, suscribieron el día 20 de noviembre un acta donde acuerdan su adhesión al Plan de San Luis y la firman bajo el lema “Sufragio Efectivo, No Reelección”. Esto es para que lo sepan todos aquellos que siempre están bien puestos para repetir la voz de los dominantes –no saben ni a lo que van-, los revolucionarios del noroeste eran magonistas de cepa.

La Batalla de Cerro Prieto

Fuerzas revolucionarias de Pascual Orozco


Por: Marcelino Martínez Sánchez

La dictadura porfirista caracterizada por la crueldad con que respondió a las inconformidades del pueblo, tuvo muchos aduladores que reconocieron a Porfirio Díaz como “héroe de la paz”, en tanto que el pobre y analfabeto sabía por 4experiencia propia que la única paz que ofrecía el dictador era la paz de los sepulcros.
El lema de “mátalos en caliente” lo acuñó tras la feroz represión aplicada a los rebeldes en Tomóchic y el enfermo castigo que dio a los huelguistas de Orizaba, Acayucas, Río Blanco y Cananea.
Injusticio y oprobio acumuladas en minas, industrias, en tiendas de raya y el ejercicio caciquil de gobernantes que en la ciudad y el campo provocaron el alzamiento nacional convocado para el 20 de noviembre de 1910, siendo el pueblo de Chihuahua que en inmensa mayoría acudió no sólo oportuno sino con anticipación como sucedió en Cuchillo Parado, Chavarría y San Isidro.
Sabido es que el campo chihuahuense, principalmente la región noroeste fue la que más sangre aportó a la lucha revolucionaria, perdió lo mejor de su juventud, como pago por quitar el gobierno de abusos para las inmensas mayorías de miserables y desmedidas concesiones para la aristocrática casta de favorecidos por el régimen.
Para el gobierno federal, lo que sucedió en Chihuahua en esos días de noviembre no eran para alarmar a nadie, concluían que se trataba de acciones desordenadas causadas por por partidas de bandidos y facinerosos que las tropas pronto meterían al orden con ejemplar castigo. Memoria fatal, olvidaron la lección tomochiteca, porque el la región de Guerrero, grupos alzados amenazaban seriamente con tomar aquella plaza.
Para defender el foco de insuerección serrano, la zona militar envió con su comandante Juan J. Navarro un cuerpo de las tres armas, suficiente para eliminara a los sediciosos, efectuándose el encuentro en Cerro Prieto el 11 de diciembre de 1910. El citado lugar tenía significancia política por tratarse de una cabecera municipal y el carácter de la batalla tuvo tintes de sadismo, porque los rancheros metidos a revolucionarios fueron masacrados por el ejército porfirista, muriendo mucha gente de San Isidro, como Tadeo Vázquez; muchos de Bachíniva y el jefe de los que provenían de Guazapares, Francisco Salido, alcanzado por el estallido de una granada.
Al tomar la plaza los federales fusilaron a muchos civiles acusados de simpatizar con los rebeldes. El comportamiento sanguinario del ejército solo sirvió para hacer crecer el coraje y la decisión. Y es que muchos reagrupados días después, el 18 de aquel diciembre, los revolucionarios propinaron en Malpaso tan contundente derrota a los federales que el gobierno comprendió que la revolución en el norte iba muy en serio, procediendo a concentrar las tropas y fortificar las principales ciudades. Prevención que de nada sirvió porque en mayo de 1911 los grupos de Pascual Orozco, Francisco Villa, Albino Frías, Cástulo Herrera, J. De la luz Balnco, Heliodoro Olea y otros se habían convertido en la incontenible fuerza, y con la toma de Ciudad Juárez el pueblo en armas tiraba a la dictadura.
El triunfo revolucionario en esa etapa sí pudo atenuar un poco la dolorosa herida de Cerro Prieto, pero nunca se olvidó que Madero no permitió que los dolientes del viejo Valle de la Soledad pasaran por las armas al cruel prisionero Juan J. Navarro.

Casas de Moneda en el Estado de Chihuahua

Por Elí Miramontes Márquez



Chihuahua, capital del Estado de Chihuahua. En 1811 se abrió una casa de moneda que, al principio, producía piezas de 8cho reales imperfectamente fundidos del Rey Fernando VII. Nunca se acuñó una cantidad regular de la moneda fraccionaria de plata, la moneda fraccionaria del sistema del real es generalmente rara; solo la moneada fraccionaria decimal de los últimos años de la década de 1880 y de la de 1890 es común. La pieza de ocho reales anterior a 1880 es poco común, y la moneda tiende a escasear más de lo que la estadística de la Casa de Moneda haría esperar.
La monedad decimal de oro se limitó a la denominación de $20, con excepción de la pieza de $10 de 1884, y una extraña erupción de denominación de 1888. La Casa de Moneda se cerró en 1895.
Casa de Guadalupe y Calvo (1843.1852). El mineral de Guadalupe y Calvo, en el Estado de Chihuahua, limita con los municipios de Morelos, Batopilas, Balleza y los Estados de Sinaloa y Durango. Se le impuso el nombre para honrar a la Virgen de Guadalupe y para adular al entonces gobernador de Chihuahua, José Joaquín Calvo. Enclavado en un lugar aislado y montañoso, el mineral era víctima de continuos ataques por parte de apaches y comanches y bandas de facinerosos que hacía peligrar las cargas de minerales de Guadalupe y Calvo que, a lomo de mula, se enviaban para su amonedación a las casas de Durango y Chihuahua. Con este pretexto la compañía inglesa Minera de Guadalupe y Calvo solicitó y obtuvo (en contra de la opinión de la Casa de Chihuahua), por decreto de Antonio López de Santa Anna fechado el 3 de octubre de 1842, una concesión por diez años para establecer una casa de moneda y apartado en Guadalupe y Calvo.
Comenzó la acuñación el primero de junio de 1843, clausurándose, por los mismos contratistas, el 22 de mayo de 1852. Solamente se acuñaron monedas de oro y plata y, de acuerdo con el decreto, fueron iguales a las troqueladas en la Casa de México, la cual envió las matrices para llevar a cabo la acuñación, en todas las denominaciones. En las monedas constan siempre las iniciales M.P. del ensayador Manuel Onofre Parrodi, con excepción de las piezas de un cuarto de real con las siglas de Luciano Rovira. En general, las piezas de esta ceca con bastante raras.

Bibliografía:
Enciclopedia Numismática (2004)

La muerte del hacendado




Por: Marcelino Martínez Sánchez



Aquel día la peonada salió a cumplir sus tareas rutinarias que ya habían de hacerse, pero algo estaba pasando. Por ninguna parte se escuchaban las maldiciones de los capataces o los gritos escandalosos del mayordomo repartiendo órdenes que agilizaran el trabajo.
El misterio provenía de la casa grande y tenía que ver con el ruido y las carreras escuchadas durante la noche anterior. Algo había pasado en una de las chozas más alejadas del casco de la hacienda.
Todo empezó con el rumor de que Víctor, el mejor vaquero, con sus 25 años de fortaleza y destrezas, había enamorado a Juanita, hija de otro peón cuya familia llegó, según decían, de por allá de las serranías de Majalca o del Nido.
Juanita era toda una preciosidad de mujer; la más bella estampa de sangre apache nunca vista. Desde luego que su figura no escapaba a la mirada y deseos de cualquier hombre, y mucho menos a los ojos del dueño de vidas y dueño de aquella próspera hacienda.
El mozo bien entendía de la suerte de su noviazgo, pero también sabía que huir era condenar a un castigo inminente a su novia y a sí mismo. ¿Qué hacer?
El tiempo pasaba, hasta que un día el capataz más señalado por lambiscón y servil ordenó a Víctor trasladar la pequeña partida de novillos -la cual había sido separada con anticipación- a uno de los ranchos distante a tres jornadas. Aquella faena le pareció un tanto sospechosa y lo alertaron las intenciones. Preparó lo necesario y partió arreando el ganado rumbo a donde el sol se pone. Ya de noche regresó, dejando su cabalgadura protegida por la oscuridad y unos encinos de las proximidades.
Llegó el joven sigilosamente a la casa de la novia, a quien tranquilizó y explicó sus inquietudes. Les pidió que siguieran durmiendo, en tanto que él vigilaba. No esperó mucho. Al rato la puerta del jacal se abrió por un fuerte empujón y en el marco se dibujó la inmensa figura del hombre más influyente de aquellos rumbos, quien, en el acto, recibió en su cara el impacto mortal de una bala de 30-30 que lo lanzó a más de tres o cuatro metros fuera de la mísera choza.
El guardia que escucho el estampido acudió y encontró al patrón en un charco de sangre; corrió a despertar y comunicar al mayordomo, y con otros capataces acercaron el cuerpo al cuarto de atenciones que para casos como ese había en la cuadra de los toriles.
Ya en el amanecer la señora de la casa ordenó a los empleados ordenó a los empleados de confianza la mayor discreción, indicando la versión de que el patrón había muerto inesperadamente, que se trataba de una muerte rara “porque todavía el día anterior se la había visto muy bien”.
Al mayordomo se le encomendó que hiciera todas las investigaciones que dieran con el autor de la tragedia, encontrándose con que los peones de la choza donde sucedieron los hechos, habían desaparecido.
Días después se tuvo la información de que por allá por la Sierra Azul, en la rivera de la laguna, alguien había visto huellas de dos caballos que se perdían con rumbo al norte.
Jamás se volvió a saber nada de aquella pareja, de la que se comentaba que han de haber sido muy felices porque fueron protegidos por el gran capitán del cielo.


12 de noviembre, Día del Cartero










Por José Luis Domínguez.


Con la aparición de las modernas computadoras, el uso de la internet, y por ende, la utilización del e-mail o correo electrónico, nuestra lengua se ha visto mermada o disminuida en forma considerable. Si pudiéramos estar presentes en el momento en el cual una joven o un joven abren su correspondencia electrónica, y pudiéramos leer el contenido, tanto de sus correos recibidos como el de los enviados, nos daríamos cuenta de que la mayoría de ellos no pasan de tener uno o dos pequeños párrafos, incoherentes, en ocasiones, para un lector de nivel medio, con graves faltas de ortografía, escritas en clave, o lo que es lo mismo, con abreviaturas, lo cual nos daría como conclusión que nuestro idioma, en su uso moderno, es ya una abreviatura de la abreviatura. Hoy vivimos la pasión por lo breve, por lo rápido, por lo incoherente, por lo fugaz. Si ya los siglos XIX y XX presentaban graves muestras de esa decadencia idiomática con la desaparición paulatina de la práctica de la escritura de un diario, en el que se veía el temple, la paciencia y la dedicación de la persona que empleaba este recurso como método seguro de autoconocimiento y por qué no, de testimonio de una época, de un determinado periodo y de una determinada sociedad, tal como lo muestran, por ejemplo, “El diario de Ana Frank”, en el cual una adolescente judía escribe durante los dos años que dura el encierro voluntario de ella y de su familia, escondida, tratando de escapar de la policía alemana triste y célebremente conocida como la gestapo; o bien los tormentosos “Diarios de Anais Nin” y su pasión por Henry Miller y su trato con los artistas de su época; o el diario de nuestra querida pintora, Frida Kalho, sólo por poner algunas muestras.
Otra de las prácticas que ya han ido desapareciendo, no menos vital para el fortalecimiento del idioma, y que precisamente ha sido sustituida por el correo electrónico, es la escritura de las cartas, o lo que bien podría llamarse pomposamente, diario compartido. Ya sólo nos quedan recuerdos de ese legajo de hojas en crudo, en colores sepia o blancas, manuscritas con la impecable caligrafía de los bisabuelos y los abuelos, cartas escritas con un lenguaje fértil, exuberante y pródigo en sustantivos, adjetivos, y adverbios, pero sobre todo, pródigo en imaginería. ¿Cuántas personas no se enamoraban mediante las cartas en el siglo XIX y aún en el XX? Remitentes y destinatarios sensibles, inteligentes, apasionados. Antes que el teléfono, que el telégrafo y el correo electrónico fue la carta. Correspondencia entre reyes, príncipes y emperadores; intercambio de ideas y conceptos entre artistas y pensadores de todas las épocas; testimonio de grandes pasiones; eso fue la carta, teniendo únicamente como instrumentos el papel y la tinta, un sobre y un timbre postal, pero también un temple, una paciencia a toda prueba, la mano que escribía muy cerca de la inteligencia, pero más cerca todavía del corazón.
Ahora los perros ladran menos, sí, pero no porque haya menos ladrones, sino porque es menos el tránsito, el paso de los carteros que pedalean, o hunden el pie en el acelerador de su motocicleta en pos de su sacra encomienda, por cada una de las colonias de nuestras ciudades. La correspondencia, poco a poco, y aunque nos duela a los nostálgicos, va cayendo en desuso, va siendo ya cosa del pasado.
¡Qué bueno sería que todos rescatáramos esa bella tradición! ¡Pero que primero fuéramos a las bibliotecas públicas a leer esos prolongados intercambios de cartas entre escritores, como las famosas “Cartas al padre”, de Frank Kafka, “Cartas al Castor”, del premio nobel existencialista Jean Paul Sartre a Simone de Beauvoir, o la correspondencia amarga y desencantada de Oscar Wilde, esa carta larga, apasionada, turbulenta, titulada “De profundis”, en las “Cartas escogidas” de William Faulkner, o las suplicantes misivas de Camille Claudel a su hermano y poeta Paul, en las que le pide que la saque del manicomio en el que ha estado confinada durante 30 años por culpa de los celos profesionales de su esposo, el escultor Auguste Rodin. Luego están las chispeantes y sinceras cartas de Truman Capote a sus amigos y amigas del alma.
Luego de tomar uno de estos ejemplos anteriores como modelo, escogeríamos a un familiar, a un amigo, que por diversas circunstancias estuviera lejano de nosotros y le escribiríamos una larga carta contándole lo que nos habría sucedido en los últimos días o meses. Y así iniciaríamos, con el rescate del buen uso de nuestro idioma, el rescate del cariño de aquel que se encuentra lejos, el rescate de nosotros mismos y el de esa bella tradición de la correspondencia.
Mario Vargas Llosa, el famoso escritor peruano, en uno de sus ensayos, nos advierte del peligro de desaparición en que se encuentra nuestra lengua (por falta de uso, seguramente). Nos dice que nuestro mundo es tan amplio o tan ancho según el vocabulario que usemos, que dos novios que leen buena literatura se aman con más calidad, que aquellos que no lo hacen. Imaginémonos en relación a este concepto o a esta idea, qué tan ancho es nuestro mundo personal, si de las aproximadamente 25, 000 palabras con las que cuenta un buen diccionario autorizado por la Real Academia de la Lengua, utilizamos tan solo 250, es decir, en nuestro diario hablar, sólo usamos una centésima parte de esa riqueza lingüística que representa nuestro idioma, lo cual no solamente es indicativo de pobreza, sino de miseria intelectual. En otras palabras, los diccionarios sólo existen para recordarnos todas las palabras que nunca usamos.
Hay miles y miles de vocablos introducidos a la lengua castellana, gracias a las culturas latina, griega, árabe, italiana e inglesa, pero todos ellos no representan sino una mínima parte del grueso que significa el castellano. Si tan solo nos propusiéramos aprender los vocablos que estas regiones lingüísticas nos han heredado en cuanto al español, nos veríamos sumamente engrandecidos en todos los aspectos. Casi todas las palabras derivadas del árabe, por ejemplo, son hermosas, además de fundamentales, casi todas nos hablan de intimismo, de intimidad, de regocijo y descanso, de la alegría de vivir: Almohada, albaricoque, alféizar, aljibe, almendra, álgebra, azul, bermejo, alegría, algazara, alígera; algunas son terribles, como ajedrez, alicate, alfanje, alfil, por su connotación con la guerra. Ahora sí que, como dice Vargas Llosa, ensanchar nuestro idioma, sería ensanchar nuestro mundo.
Para finalizar estas notas les invito a reflexionar, queridos lectores, sobre el uso tan particular que hacemos de nuestra lengua, y mejor aún, sobre el desuso de la misma, y que retomemos esas prácticas tan humanísticas del diario y la escritura de las cartas. Démosle un mayor empleo a la tinta y al papel, no importa que los carteros se sientan agobiados, pero felices, y que los perros de nuestro patio se pongan otra vez a ladrar con insistencia al ver pasar a estos últimos héroes de la modernidad, esta puede ser la gozosa señal de que ya hemos empezado de nueva cuenta a engrandecer el idioma y, por lo tanto, a engrandecer el mundo.

EL CAFÉ: UN LUGAR PERFECTO PARA SOCIALIZAR.

Por José Luis Domínguez.

Esa infusión o bebida nacida de esa semilla tostada y molida llamada cafeto, que es una planta rubiácea de flores blanquecinas, se transforma en bayas de color rojo que contienen lo que hoy conocemos coloquialmente como café.
Su clasificación científica es la siguiente: el café pertenece al género Coffea, de la familia Rubiáceas (Rubiaceae). Las variedades arabica corresponden a la especie Coffea arabica, las de canephora, a Coffea canephora, y las de liberica, a Coffea liberica.
El café es uno de los objetos emblemáticos de la historia de la civilización moderna. La palabra café viene del árabe Kahuwah significa fuerza. Los turcos difundieron este término, que sirvió de raíz etimológica para así nombrarlo en varios países y en su idioma respectivo, así tenemos: café en francés, español y portugués; coffee, en inglés; Kaffee, en alemán; кофе, en ruso; caffe, en italiano; kave, en húngaro; y, Kia fey en chino, y así sucesivamente.
Se desconoce la fecha exacta en que empezó a cultivarse el café, pero algunos estudiosos sitúan este hecho en Arabia, cerca del mar Rojo, hacia el año 675 d.C. No obstante, este cultivo fue raro hasta los siglos XV y XVI, cuando se establecieron extensas plantaciones en la región árabe del Yemen y del África tropical, El consumo de la infusión aumentó en Europa durante el siglo XVII, lo que animó a los holandeses a cultivarlo en sus colonias. En 1714, los franceses lograron llevar un esqueje vivo de cafeto a la isla antillana de la Martinica; esta única planta fue el origen de los extensos cafetales de América Latina donde encontró el clima idóneo para su cultivo
Las variedades de café aclimatadas y producidas en México son de una excelente calidad y han sido degustadas en el mundo entero. No fue sino hasta 1812 cuando don Juan Antonio Gómez de Guevara, nacido en la cantabria española, se estableció con las primeras plantas en Córdoba, Veracruz, cultivándolas con paciencia y perseverancia dignas de encomio hasta hacerlas fructificar. Don Bernardo Herrera siguió su ejemplo, y fue tan grande su éxito que para 1826 había sembrado unas quinientas mil plantas en esa tierra llamada de Los treinta caballeros. De tal manera impactó la riqueza de nuestro suelo americano selvático, que Brasil se convirtió en uno de los principales países productores de café, casi el 50% a nivel mundial, con una producción inicial de 1, 400, 000 toneladas al año. Le siguieron en la lista: Colombia, Indonesia, México, Vietnam, Costa del Marfil, Guatemala, Uganda, la India, Angola y Etiopía, con una producción anual inicial de más de 6, 088 000 toneladas de café.
Como las exportaciones de café habían cobrado gran importancia económica, varios países latinoamericanos firmaron acuerdos de asignación de cuotas antes de la II Guerra Mundial, de modo que cada uno de ellos tuviera garantizada una parte del mercado de café de Estados Unidos. El primer convenio de cuota se firmó en 1940 y lo administró la llamada Oficina Panamericana del Café. En 1962 se acordó fijar cuotas de exportación de café a escala mundial, y las Naciones Unidas negociaron un convenio cafetero internacional. Durante los cinco años que estuvo en vigor este convenio, aceptaron sus condiciones 41 países exportadores y 25 importadores. El convenio se renegoció en 1968, 1976 y 1983. Pero en 1989, las naciones participantes no lograron firmar un nuevo pacto, y los precios del café en los mercados internacionales se desplomaron.
La leyenda negra del café que circula por ahí, es que el café es una bebida narcótica, ya que tiene el mismo alcaloide que la morfina y la cocaína, que cuando se mezcla en el estomago con el hidrocloruro forma una sustancia toxica llamada cafeína hidroclorídrica.
El café descafeinado no es mejor que el regular. Los dos contienen una sustancia altamente cancerígena llamada tricloritenina. Esta sustancia es usada como un solvente en las industrias y como un desengrasante en la metalurgia. En Colombia se usan pesticidas mortales en los cultivos del café que en Estados Unidos son prohibidos (aldrin, dieldrin, clordane, y heptacloro).
Hay mucha gente que dice que el café es en la dieta americana la primera causa en producir toxinas. En el café se encuentra una sustancia llamada nitrosomina que también es altamente tóxica. Su uso excesivo, en el café, produce fatiga, dolores de cabeza. Entre otras cosas, nunca se debe recalentar el café, pues produce 400% más cafenol lo cual eleva el colesterol.
Ácido desequilibrado: Cerca de 208 ácidos en el café contribuyen a la indigestión y a una amplia variedad de problemas en la salud como artritis, problemas de reumas, alergias, irritación en la piel, e inflamación general en todo el cuerpo. El café se separa en una bio-sustancia llamada ácido úrico. Éste se encarga de saturar el riñón contribuyendo a la formación de piedras y de gota en las articulaciones. Mucha gente cuando toma café experimenta sensaciones de quemazón porque provoca una estimulación del ácido hidroclórico en el estómago.
Reducción de minerales: el uso regular del café impide la absorción apropiada de vitaminas y minerales en el intestino delgado. El café causa una secreción innecesaria de calcio, magnesio, potasio, hierro, y otros minerales a través de la orina. Todos estos minerales son considerados esenciales para una buena salud. Las mujeres en especial deben de estar preocupadas en la osteoporosis en la menopausia. Estudios demuestran que mujeres que toman café tienen más posibilidades de tener osteoporosis comparadas con aquellas que no lo consumen. Peligro durante el embarazo: el café puede atravesar la barrera de la placenta. Abortos, infertilidad, y bajo peso durante el estado de gravidez es común entre las mujeres que toman mucho café.
El café trae problemas en la próstata, engrandeciéndola; irrita la uretra en los hombres. Orinar frecuentemente se le atribuye al simple hecho de tomar café.
Hay muchas razones por las cuales los doctores sugieren a sus pacientes eliminar el café de sus dietas:
-acidez e indigestión
-ansiedad, irritabilidad y nervios
-colitis, diarrea y otros problemas
-fatiga crónica y desorden inmunológico
-diabetes e hipoglisemia (azúcar baja)
-mareos, -gota y piedras en los riñones
-problemas en el corazón -alta presión arterial
-colesterol alto -insomnio
-migraña y otros problemas en la cabeza
-osteoporosis -irritación en la piel, ronchas y piel seca
-infecciones urinarias
-ulceras y hernias en el estomago.
Fuera ya de la leyenda negra, según un artículo de Marie Cleland, aparecido en la revista Reader´s Digest en septiembre del 2008, no todo es negro en cuestión del café, ya que según estudios recientes, esta bebida o infusión puede combatir o retrasar el mal de Parkinson en los hombres, y quizás esto se deba a la cafeína, ya que esta sustancia contrarresta los síntomas de la enfermedad, estimulando la secreción de dopamina en las neuronas, incluso, las protege.
Aunque no ha sido comprobado, se cree que la cafeína auxilia contra la formación de cálculos biliares. Investigadores nipones (léase, japoneses) descubrieron que los de mediana edad y los adultos que bebían café en forma cotidiana, corrían menos riesgo de padecer cáncer de hígado; que la cafeína no sólo mejora el ánimo, también aumenta el rendimiento en los deportistas.
El café se sirve de muy diversas maneras: El más antiguo es, quizás, el clásico, como el que preparaban las abuelas, el llamado café de talega, y cuyo proceso consistía en una especie de aro metálico ya sin cedazo, al cual le cosían una especie de embudo de manta o de alguna otra clase de tela en la cual se metía el café de grano crudo y se ponía a cocer a fuego lento en el agua, misma que iba absorbiendo todas esas propiedades que hacen de este proceso una exquisita infusión; luego está el café descafeinado, desprovisto precisamente de la cafeína que es un alcaloide blancuzco y que también se puede obtener sintéticamente del ácido úrico, que es lo que produce insomnio en sus consumidores. El café con cafeína suele tomarse, por ejemplo, en las funerarias, donde los dolientes del difunto en turno acompañan el cuerpo, aunque, en realidad, de éste solo se acuerden a ratos, cuando la chacota, el chisme sabrosón o la convivencia con personas que coinciden en el velatorio y que hace mucho tiempo, por culpa del tráfago de las ciudades, el síndrome de la prisa y la hiperactividad, no coincidían, se ve interrumpida por el mutis que produce el agotamiento del tema. La cafeína nos quitó, prematuramente, al gran genio francés, el novelista Honorato de Balzac, quien, para poder sostenerse en vela, envuelto en esa prodigiosa prolijidad creadora llamada “La Comedia Humana”, consumía decenas de litros de café. Balzac escribió cientos de novelas que le son reconocidas, pero escribió otras tantas alquilándose como “negro” por una simple paga; obras que otros firmaron a cambio de cientos de francos que el autor francés dilapidó de manera irresponsable. Balzac murió de cafeísmo, que es, precisamente, una severa intoxicación por el excesivo consumo de dicha bebida.
Existe el café express, que se hace bajo presión; el café americano o instantáneo o soluble en el agua; el café frappé, una nueva modalidad que consiste en servir el café en agua fría o con hielo; el exquisito y espumoso café capuchino, exportado en forma y estilo desde Italia.
Existen términos coloquiales que se basan justamente en esta palabra, por ejemplo, decir que una persona es de “mal café”, significa que es de mal humor o de mal talante. O cuando se escucha la expresión “darle café cargado”, cuya significación nos revela que alguna persona le está haciendo la vida imposible a otra, ya sea con sus actos o con sus palabras.
También, de manera general, se conoce como café al establecimiento público donde se toman ésta y otras bebidas o infusiones. Hay una gran diversidad de ellos, como por ejemplo, el café-cantante, que es amenizado por trovadores, músicos, poetas, entre otros. El café-concierto, donde se ofrecen actuaciones diversas y el público puede beber, fumar, manifestarse de muchas formas. El café-teatro, justamente en el cual se representan piezas teatrales desenfadadas y con una decoración mínima. Curiosamente, en Francia y en España, los café-teatros se denominaron con la palabra francesa cabarets. En ellos podían llevarse a cabo las más diversas expresiones artísticas o no, ya fueran estas últimas de índole política, social, antropológica, etc. Entre las formas más acostumbradas que se desarrollaron en las tablas de un café-teatro están las representaciones de escenas dramáticas breves o esquetches, canciones, pequeñas piezas de música, series de chistes de crítica de naturaleza social, política, etc.
El primer cabaret en el sentido de café-teatro se abrió en París en 1880. El establecimiento fue bautizado con el nombre de Chat Noir o Gato Negro, y la idea de los café-teatros floreció en la ciudad luz entre 1890 y 1930.
En Alemania, el primero de ellos surgió en Berlín a principios del siglo XIX y poco tiempo después se abrirían otros tantos en esta misma ciudad y también en Munich.
En 1916, se inauguró el Cabaret Voltaire, en el que se estableció el dadaísmo. En un café teatro o cabaret alemán surgió el grupo liderado por Bertold Brecht, E. Kastner, y K Tucholsky, cuyas acerbas críticas políticas se dejaron escuchar por todo el territorio alemán.
Los cafés en ciudad Cuauhtémoc tienen una gran tradición, surgen nombres tan atractivos como el “Café Reforma”, de la avenida Allende y calle Tercera de los años sesenta, ya desaparecido, dicho café era un símbolo de la cultura de los lumpen, de los de baja ralea, de los que se mueren en la raya del día; mientras que el restaurante, nevería y cafetería “Lux”, de la avenida Agustín Melgar entre la Allende y la Hidalgo (frente a la plaza) era su opuesto en cuanto a clientela, pues a él acudían los poppofs, los que no se ensucian las manos y le temen al contagio y los microbios, los de clase alta. El “Café Reforma tenía por dueños a un par de homosexuales, René y Miguelón, cuya inicial armonía acabaría en un pleito fenomenal que dio al traste con la sociedad y con el establecimiento, ya que al finalizar la gresca todo el mobiliario estaba destrozado. Era como si hubiese pasado un torbellino o un tornado por el local.
Después de este tremendo zafarrancho, René fundaría en la avenida séptima, entre Allende y Morelos -donde se ubica hoy el restaurante Hong Kong y antes el restaurante Riki¨s- el famoso “Café El Negrito”, que no llegó a durar mucho tiempo. Llegándose a comprobar así, que la magia de los buenos tiempos del Café Reforma había consistido en la química de ambos propietarios.
“El café de la esquina”, el cual es otro de los más antiguos, empezó como el “Merendero La esquina” y ocupaba el lugar en donde actualmente se encuentra el restaurante-cafetería “El Den”, en la esquina de la avenida Allende y Fernando Suárez Coello. Ubicado en la planta baja de un edificio de piedra hecho de dos pisos. En la planta alta tenían periódicamente sus sesiones uno de los primeros grupos de masones que se formó en Cuauhtémoc. De el “Merendero La esquina” existen muchas anécdotas y crónicas escritas en periódicos ya viejos. Dos de ellas son las siguientes:
FESTEJO PARA CONMEMORAR EL DÍA DEL EJÉRCITO.
El 19 ( febrero de 1963) se celebró en ciudad Cuauhtémoc, Chih., el día del Ejército nacional, para cuyo efecto se organizaron diversos eventos en los que se hizo patente la simpatía del Pueblo (sic) a todos los miembros de nuestro Instituto Armado.
Entre los diversos actos tuvo lugar una comida en el “Merendero La Esquina” al que asistieron como invitados de honor los oficiales y Tropa del Destacamento Militar de esta población, así como el Gral. Epigmenio Medrano, habiéndose desarrollado el convivio en ambiente de cordialidad. Dicho ágape fue ofrecido por el Comité de Acción Cívico Social a nombre de las Autoridades Municipales y pueblo en general.
CON DIVERSOS ACTOS SE FESTEJÓ A LOS MAESTROS.
La Presidencia Municipal ofreció el día 15 de mayo (1963) una comida a los Maestros que laboran en las Escuelas de Ciudad Cuauhtémoc, que se sirvió en el Salón de Banquetes del Merendero La esquina y la cual estuvo amenizada con música a cargo de la Orquesta Corona.
El Sr., Presidente Municipal D. Reyes Estrada Maldonado hizo el ofrecimiento del banquete a los maestros, a quienes hizo patente la estimación y alto concepto en que los tienen las autoridades y el propósito de éstas es colaborar con el Magisterio en cuanto sea posible para alcanzar una mejoría palpable en la educación.
Contestamos agradeciendo el festejo y las palabras del Señor Presidente Municipal los profesores Francisco Carrasco, Arturo Schiaffino, Concepción Calzadillas, Alfredo nava Sahagún y Enrique Miramontes.
Curiosamente, “El café de la esquina” nunca volvió a quedar en esquina, ya que primero se trasladó a la avenida Hidalgo, entre Fernando Suárez Coello y calle 4ª, cerca de lo que fuera el cine “Variedades”, y lo que hoy es una prestigiada mueblería. Actualmente ocupa casi, casi, la esquina de la calle Fernando Suárez Coello y avenida Guerrero.
Regresando al restaurante-cafetería “El Den”, situado frente a la plaza pública central, ha sido durante muchos años, el centro donde se reúnen escritores, pintores, políticos, ganaderos, periodistas y profesionistas que hacen de este punto un sitio ideal para darse una idea completa de cómo funciona la vida entre los cuauhtemenses.
Durante diez años, 1994-2004, “El Den” alojó entre sus paredes a un grupo de artistas que se daban cita para tratar asuntos relacionados con el arte y la cultura en general. Escritores como Raúl Manríquez Moreno, José Luis Domínguez, Andrés Espinosa, Dolores Guadarrama, Leopoldo Zapata Villegas, Juan Marcelino Ruiz Acosta, por nombrar algunos; pintores como Manuel Cordero, Esteban López Quezada, Manuel Rosario Cruz, Julio Yáñez, Juan Manuel Rodríguez, entre otros, quienes han marcado su huella fuertemente en la historia de la cultura en nuestro municipio, trascendiendo más allá de sus fronteras..
El ya clásico “Café San Luis”, de la calle 4ª, entre las avenidas Allende y Morelos, que también funge como restaurante.
Y qué decir de los ya tradicionales cafés de los hoteles Unión y Tarahumara, quienes albergan en su respectivo restaurante a varios comensales cuya característica común es beberse varias buenas tazas de café como aperitivo y como inspiración para iniciar la charla.
El restaurante y cafetería “La fogata”, ubicado por la avenida Allende, entre la Agustín Melgar y 3ª, y que por la contratación continua de músicos y vocalistas talentosos, se ha convertido en café cantante al cual acuden los jóvenes en fines de semana.
Misma modalidad de café cantante también ha sido adoptada por el prestigiado “Café Santa Cruz”, de la avenida Hidalgo y calle 11ª, en el cual, dos o tres veces por semana se dan cita los devotos de la trova y de la balada modernas. Hubo también un café que no prosperó por su ubicación, se llamaba “Soho” y estaba ubicado por la calle 5ª, entre las avenidas Rayón y Aldama, Soho, cabe recordar, era un barrio cultural muy activo de Londres durante el siglo XIX donde concurrían los artistas más renombrados de esa época. Más reciente aún, el café de la librería “Don Quijote”, de la avenida Morelos y calle 13ª, que más bien podría llamarse como en el Distrito Federal, cafebrería o también cibercafebrería, por el uso de la internet o la lectura de un interesante libro, mientras se saborea un riquísimo café preparado por su propietaria.
Luego, más reciente aún, el café restaurante del parque Mirador, sucursal de Café Santa Cruz, desde donde la madre natura nos ofrece los mejores atardeceres y las puestas de sol más bellas en medio de esa gran vastedad de lo que es el valle cuauhtemense.
El café es el lugar idóneo para armar y desarmar las piezas del difícil rompecabezas que a veces se vuelve nuestra vida. En un café se han dado cita miles y miles de parejas que hoy están felizmente casados o también felizmente divorciados. En un café se hacen y deshacen las honras de las personas; se celebran cumpleaños; se comparte el último chascarrillo, se habla, como dice Catón en su columna, de política y cosas peores, por no escribir piores; en un café se busca novia o novio; se terminan las relaciones, tal como lo atestigua la canción de los Apson: “Fue en un café, donde yo la dejé, fue en un café, donde la vi llorar”, o como en ese otro discurso a mitad de una sentida musicalización también ya muy antigua: “Aquí nadie se tiene que sentir culpable, por favor, no llores más, la gente nos mira... es lo mejor para los dos... lo nuestro ya se estaba convirtiendo en una rutina y el amor, el amor es otra cosa...”, o esa maravillosa pieza popularizada por el rey de la bachata, Juan Luis Guerra, “Ojalá que llueva café”.
El café ha sido inspirador de músicos, novelistas, poetas y locos. De modo que, si usted, estimado lector, se encuentra por primera vez en una ciudad y quiere conocer donde se encuentra el corazón de la vida política, artística y social, dígale al taxista que lo lleve al mejor café citadino. Usted llegará, se acomodará, ordenará su café predilecto y si no descubre a alguien escribiendo o con su guitarra en la mano, pronto verá aparecer por la puerta de entrada a algún poeta o algún pintor o algún escultor o cantante que vaya a animarle un poco la existencia. No en balde una telenovela exitosa aún reciente se llamó “Café con aroma de mujer”, no en vano un grupo musical igualmente exitoso se llama “Café Tacuba”, no por nada el escritor español y premio Nobel 1981, Camilo José Cela, uno de los principales renovadores de la prosa en castellano del siglo XX, escribió ese relato maravilloso titulado “Café de artistas”. El autor de “La familia de Pascual Duarte”, “La colmena” y “Viaje a la Alcarria”, entre otras, con un lenguaje irónico, divertido y ameno, nos brinda, en “Café de artistas”, una panorámica humorística de ese ambiente sabrosón que se vive en los cafés, que no cafetines, ni cafetuchos de mala muerte.
Quizás la única nota mala de entre tantas buenas respecto a los cafés, es la invasión de ese espacio de la televisión encendida y sintonizada en canales amarillistas, o la puesta de música de muy baja calidad estética y de contenido, que impiden el desarrollo de una buena conversación entre los concurrentes y comensales. En los cafés sólo la voz humana es la que debería privar y el de las cafeteras listas, arrojando vapor. Otro tipo de sonidos artificiales es un artero crimen contra la naturaleza para la que fueron creados los cafés.
Termino pues, esta editorial, estimado lector, disponiéndome a disfrutar un sabroso café en compañía de mis amigos, ahora que la tarde va languideciendo, invitándole a que usted haga lo propio. Nada hay como esta excelente infusión, aderezada con una buena charla, nada se le compara, éste es uno de los placeres más grandes que el ser humano puede disfrutar. Ideas, recuerdos, humo, bebida caliente. Qué sería de nuestra vida rutinaria sin café y sin el café. Por todo ello, que tenga usted hoy muy buen provecho.

La Ruta de la Plata

Por: Marcelino Martínez Sánchez


Fuera de Batopilas cualquiera creería que Alex Shepherd fue el gran descubridor de la plata en la muy antigua Bachotigori. A este minero norteamericano, que fuera gobernador de Columbia, donde está la capital de los Estados Unidos, le tocó reactivar la ruta de la conducta de Batopilas a Carichic, seguir lo que fuera el camino real de San Nicolás de Carretas a Chihuahua, aprovechando finalmente el ferrocarril para embarcar la riqueza argentífera en San Antonio de Arenales rumbo al vecino del norte.
La bonanza minera de Batopilas con el señor Shepherd fue la última, y no la mejor. Las formidables cantidades de plata nativa que pusieron al Real de Minas de Acanasaina en las mentes calenturientas de codiciosos aventureros europeos, datan del siglo XVIII, o sea, cien años después que Felipe IV expresara que San Joseph del Parral, en la provincia de la Nueva Vizcaya,, del virreinato de la Nueva España, sus osados súbditos habían descubierto ricas vetas del precioso metal que convertían a aquel ultramarino lugar en “la capital mundial de la plata”, expresión que algún parralense del siglo XX se le ocurrió rescatar afirmando que el rey había dicho: “Parral es la capital del mundo”, frase que pegó, al menos entre los chihuahuenses, aunque nos de envidia de la buena.
Pero sería el gran científico minerólogo, del que poco se sabe, salvo el que lleve el nombre el Distrito Judicial “Andrés del Río”. Dicho personaje, al hacer el estudio geológico, encontró que en esa barranca estaban los mayores depósitos de plata nativa del mundo, desatándose por ese hecho, a principios del siglo XIX el mito de que en Batopilas toda la montaña era de plata. No fue para tanto, pero ¡ah cómo había!. Da gusto que con motivo de los tres siglos y las tres fiestas, en honor a la fundación de la capital del estado, Chihuahua, descendientes de los últimos conductores de la plata de Batopilas al Banco Minero de Chihuahua, repitan como en los viejos tiempos, a lomo de mulas y en carretas, la ruta que tocará localidades como: Carichic, proximidades de Cusihuiriáchic, Cuauhtémoc, Carretas y Santa Isabel. ¡Bueno por Carcichi, promotor del evento!, y un especial reconocimiento a Carlos Granados Ortega, nieto de uno de aquellos arrieros y que es el coordinador logístico.

Colonia Álvaro Obregón (Rubio)

Por: Juan Ramón Camacho Rodríguez

La dotación de tierras para labranza y la configuración de colonias agrícolas para el asentamiento de las familias campesinas son hechos que determinaron la vida comunitaria post-revolucionaria. Al igual que ocurrió con Anáhuac, la colonia Álvaro Obregón es fruto de una exigencia justa por parte de los labriegos.
Colonia Álvaro Obregón se funda, precisamente, en donde se encontraba la Hacienda de Rubio, de la cual aún quedan estructuras que nos permiten reconstruir la vida agrícola de hace más de cien años en ese lugar. La fachada de la Hacienda frente a la Plaza Principal de Rubio es más que elocuente, y su persistencia es un contundente eco del sistema de producción que originó, finalmente, el estallido revolucionario.
El fundador de dicha colonia, el Mayor Miguel Calderón Ramírez (cuyo monumento nos recibe a la entrada del poblado) fue un revolucionario completo, cuyo vigor determinó la creación de dicho centro poblacional, hoy cabecera de la Sección Municipal de Álvaro Obregón.
Nacido el 29 de septiembre de 1879 en San Andrés, Chihuahua, Miguel Calderón Ramírez se va a vivir a la Hacienda del Saucito, enclavada en el latifundio de Bustillos y Anexas. Allí, según palabras de su hijo David Calderón Álvarez, “se dedicó a la agricultura” y “se vio en la necesidad de sembrar con el 50% sobre la cosecha, o sea, a medias como se le nombraba a ese proceder”*.
La misma fuente señala que “se levantó en armas contra los Huertistas, iniciándose así su carrera militar como soldado raso”, combatiendo en San Andrés, Ciudad Juárez y Tierra Blanca, integrándose en la escolta de los Dorados de Villa. Igual participó en batallas en Zacatecas, Coahuila, Aguascalientes, Durango, Guanajuato y Jalisco.
Miguel Calderón Ramírez se ganó, entonces, el grado de Mayor. Cuenta su hijo David que después de la campaña en Sonora, Villa lo comisionó para que pasara por las armas al prisionero Francisco Obregón, hermano de Álvaro. El Mayor Calderón decidió mejor entregarlo vivo a la comandancia militar en la ciudad de Chihuahua. Era el 16 de enero de 1916. Gesto se agradecería después el General Álvaro Obregón. Luego de esto, Calderón pasaría a las filas carransistas.
Con la llegada de los menonitas, los campesinos mexicanos parecían quedar desprotegidos, pero Miguel Calderón estuvo alerta. Emprendió el viaje a la capital del país para entrevistarse con el Presidente Obregón y plantearle la preocupación de su gente. Era el mes de enero de 1922.
El Mayor Calderón le muestra el Presidente de la República una carta escrita de puño y letra de Francisco Obregón:
“Querido hermano:
El portador de la presente Sr. Miguel Calderón, fue el jefe que me sacó de Agua Prieta, y que se portó muy bien conmigo.
Así es que lo que hagas por él te lo agradezco.
Tu hermano que te quiere,
Francisco Obregón.”
El General Obregón respondió inmediata y satisfactoriamente. Se habría de crear la Colonia Agrícola Álvaro Obregón, cuyo nombre es en gratitud a la voluntad del gobernante. El 15 de agosto de 1922, el Gobernador del Estado Ignacio C. Enríquez, inaugura el nuevo centro de población.
*Biografía y actuación revolucionaria del Cid Ex-Mayor Miguel Calderón Ramírez. David Calderón Álvarez. 30 de abril de 1980. Archivos de la Sociedad de Estudios Históricos de Cuauhtémoc.

EL ARROYO SAN ANTONIO


Por: Marcelino Martínez Sánchez





Es la corriente que captura las aguas que escurren del Arroyo del Muerto, del Bajío del Burro, del Arroyo de las Jaritas y del Arroyo del Mal Paso.
Quienes han vivido en Cuauhtémoc desde hace décadas, recuerdan que el Arroyo San Antonio siempre llevaba agua y que en sus márgenes crecían grandes arboledas hoy desaparecidas, víctimas del crecimiento urbano y la poca atención a la preservación de pulmones y sombras.
De hecho los restos de construcción que aun se observan a unos ocho kilómetros al suroeste de la ciudad, poco más allá del campo menonita 1, donde vive Don Abraham Peters, buen historiador y mejor amigo, corresponden a lo que fuera una ranchería rarámuri, conocida como Chócachic, que quiere decir “Lugar de sobras” que servían de descanso a quienes transitaban de San Nicolás de Carretas, pasando por San Ignacio de Coyáchic o del Real de Minas de Cusihuiriáchic, a la misión de la Purísima Concepción del Papigochic (Guerrero).
Al recorrer estos arroyos todavía se pueden ver algunos álamos, sauces y nogales que muestran su consistencia y disposición a no dejarse desaparecer por la destructora costumbre del hombre.
Hay mucho en qué pensar sobre la suerte que han tenido los arroyos que por millones de años han alimentado el mayor valor hidrológico con que contamos, que es la Laguna de Bustillos y que por ahora sólo nos llega, lo que en la memoria queda de los que recuerdan que hace muchos años las tinajas de agua limpia y clara de las corrientes que caen al Arroyo San Antonio, eran aprovechadas para disfrutar de un buen baño dominical, era toda una fiesta, dicen.
De igual memoria es aquel 24 de junio de 1949, cuando la furia de la naturaleza se descargó sobre Cuauhtémoc, en forma de tromba y que el Arroyo San Antonio fue insuficiente para alojar las aguas precipitadas que en mucho rebasaron el puente del ferrocarril acabando con su estructura de madera, arroyando a su paso algunas viviendas, la barde del Faja de Oro, que da al arroyo y el salón de baile de reciente construcción El Bugambilia, con la inundación se quedó en ruinas, acabando con la alegría de los caballeros de la época que con tristeza recuerdan aquella desgracia pero también al paso de las furiosas aguas destruyó el bordo de la presa, quedando solo partes por donde hay uno de los accesos al Barrio de la Presa.
Los que cuentan el hecho no hablan de pérdidas humanas, si acaso el temor sufrido por aquellos que fueron sorprendidos en el vado del paso del Barrio Viejo, al hospital Regional, todo esto en aquella tarde que Cuauhtémoc vivió la mayor precipitación pluvial de su historia.

Batopilas. 300 años del Real de Minas de Acanasaina




Por: Marcelino Martínez Sánchez





Hacia 1676, los frailes jesuitas fundadores de la Misión de San Miguel de Satevó, fueron los primero hombres de civilización occidental que nos dejaron información sobre la portentosa barranca que los rarámuris llamaban Bachotigori (“Lugar de aguas encerradas”), como igual refirieron de las características del suelo y rocas, profusión de flora tropical y abundante fauna, con que atrajeron en 1708 a exploradores españoles por esa agreste parte de la sierra de Chihuahua, localizando las muy ricas vetas de plata que dieron origen al mundialmente famoso mineral de Batopilas, descomposición castellana de la palabra indígena Bachotigori.
Por corresponder a la Provincia de la Nueva Vizcaya, con capital en Durango, pero con administración en Parral, el Real de Minas de Batopilas abrió su primer trazo de comunicación con aquel otro Real, por donde salieron las primeras grandes remesas del rico metal con que España pagaba sus compromisos comerciales al resto de Europa y otras regiones del mundo. Con la fundación de San Felipe del Real (Chihuahua) y el establecimiento más autorizado para el control minero, se fija otra ruta por donde la naturaleza sabia y caprichosa puso acomodo en su relieve las mayores cantidades de plata en las barrancas de la Sierra Madre, conformando con el surgimiento de otros muchos centros mineros como: Urique, Maguaríchic, Yoquivo, Uruáchic, Ocampo, Pinos Altos, Dolores, Cusihuiriáchic y Santa Eulalia. Esta última con Santa Bárbara, San Francisco del Oro y Parral conformó la figura del gran triángulo de la plata, que ya alguien advirtiera.
Así pues, batopilas graba su historia en mayúsculas de plata para ser reconocida por presentes y futuras generaciones, las cuales han de saber que este lugar de “aguas encerradas” no solo se trata de una formidable barranca a la que hay que retar, sino que también es la tierra que viera nacer a Gabriel Aguirre, quien fue Gobernador del Estado allá por 1880. Además, Batopilas es cuna de uno de los Siete Sabios de México: Don Manuel Gómez Morín.
Batopilas, heredera de tradiciones que tipifican al hombre de la barranca, será en estos días el punto de partida de la Conducta de la Plata, con lo que rendirá homenaje a la ciudad de Chihuahua en sus casi trescientos años de fundación.

Fiestas patrias



Por: Marcelino Martínez Sánchez


El 16 de septiembre estamos de fiesta, en memoria del glorioso momento en que el párroco de Dolores, en Guanajuato, Miguel Gregorio Antonio Ignacio Hidalgo y Costilla y Gallaga, mejor conocido como el “cura” Hidalgo, en el amanecer de ese día de 1810, arengó a la masa de oprimidos a rescatar su dignidad de personas, arrebatada durante trescientos años por el insaciable español ávido de riqueza y explotación.
A San Felipe el Real de Chihuahua le tocó ser testigo, como cabecera de la comandancia militar de las provincias internas, del juicio y muerte de Hidalgo y de los caudillos que con él fueron traicionados en Norias de Baján, cerca de Monclova, en el hoy estado de Coahuila.
Suerte tan dolorosa caló profundamente en el espíritu de las gentes de esta muy lejana provincia, pero que agradecida con aquellos que se ofrendaron por la libertad de los irredentos, convirtieron en recintos sagrados todos los lugares donde pasaron sus últimos días los caudillos de la insurgencia independentista, como los monumentos que con cabeza de águila marcan la ruta de la independencia desde Dolores a Chihuahua.
El calabozo donde Hidalgo dedicó unos versos al alcaide y su carcelero, palabras que identifican al hombre bueno, reflejo de su religión. El lugar donde fue fusilado el 30 de julio de 1811, convertido en Altar a la Patria. El templo de San Francisco, donde unas placas explican la permanencia de los restos del cura de Dolores en ese lugar. Y la Plaza Hidalgo, que tiene las esculturas de estos héroes fusilados en Chihuahua.
Con los decretos de la naciente República Mexicana, reconociendo como héroes de la Patria a los primeros caudillos, se rescatan sus restos junto con las cabezas que fueron expuestas en jaulas en las esquinas de la Alhóndiga de Granaditas, y depositarlos en lo que ahora conocemos como el Ángel de la Independencia en la capital de la República.
Los chihuahuenses como sociedad triunfante del movimiento de independencia, dieron el nombre de los caudillos a muchas poblaciones, sustituyendo el que habían puesto los españoles durante la Colonia, así: San José del Parral, pasó a ser Hidalgo del Parral; San Bartolomé, Valle de Allende; Huejoquilla, Jiménez; Santa Rosalía, Camargo; Santa Cruz de Tapacolmes, Rosales; San Jerónimo, Aldama; y la Purísima Concepción, Guerrero.
El reconocimiento y agradecimiento a los que nos dieron patria y libertad continúa den las generaciones de nuevos mexicanos, por eso los nombres de los caudillos insurgentes están en los pueblos, calles, instituciones, organizaciones y en todo aquello que sublima el ideario de Morelos, la magnanimidad de Nicolás Bravo, el arrojo de Guadalupe Victoria, la grandeza de Galeana o la lealtad de Matamoros.
Nos sobran motivos para celebrar en todo lo que vale la felicidad de la independencia y libertad por la que tanto se luchó y se lucha.
¡Viva México!

Anáhuac

Por: Juan Ramón Camacho Rodríguez


Anáhuac. Aquí está, en un punto geográfico que ha sido generoso en cuanto a recursos naturales. Es un lugar que ha sido bueno con la vida. Restos fósiles de plantas y animales han delatado la antigüedad de tal generosidad.
Esta localidad ha sido poblada diacrónicamente por tarahumaras y apaches, por servidumbre de terratenientes, por obreros de industrias que trajeron bonanza económica a la región. Lugar de pesca, de cacería, de ganadería, de agricultura, de comercio y de industria. Lugar de gente con fe inquebrantable.
Antes de que el complejo industrial encabezado por Celulosa de Chihuahua viniera a dar auge económico a esta zona, Anáhuac era ya una inquieta comunidad con mucho entusiasmo. En el primer cuarto del siglo veinte la inspiración agrarista motivaba a los pobladores de la región. De hecho, el nacimiento de Anáhuac como sección municipal de Cuauhtémoc obedece, principalmente, al vigor mostrado por los productores agrícolas de la Laguna de Bustillos.
Anáhuac es un centro poblacional enclavado prácticamente en el corazón mismo de lo que llegó a ser la Hacienda de Bustillos. En 1923 gracias a la voluntad tesonera de Guadalupe Gardea Montes de Oca, se fundó la Colonia Agrícola Gardea, en las inmediaciones del rancho “Charco largo”, en el costado suroeste de la Laguna de Bustillos. Don Guadalupe se convirtió en eficaz líder de los campesinos laguneros que esperaban dotación de tierras cultivables una vez concluida la Revolución iniciada en 1910. La entrega de dichas tierras se llevó a cabo de manera oficial hasta 1931, convirtiéndose en un ejido.
Con el ímpetu propio del crecimiento y la prosperidad, la Colonia Gardea se convierte en Anáhuac, Sección del Municipio de Cuauhtémoc, el 17 de diciembre de 1932. Con esta categoría se reconoce el papel de Anáhuac en la conformación del nuevo orden político y económico que se venía construyendo.
Fue la bondad geográfica de Anáhuac la que atrajo la inversión industrial a mitad de siglo, cuando al sur de la colonia comenzaron a erguirse a partir de 1953 las imponentes estructuras de acero y concreto que serían las plantas de Celulosa y Viscosa, que comenzaron operaciones en 1956 (luego vendría la planta de Ponderosa). Al frente de ellas, rumbo al poniente, se construyó el conjunto habitacional para obreros y empleados de las empresas. Pozos de agua fueron perforados en considerable cantidad entre la laguna y las fábricas, pozos cuya operación automatizada dependía de un centro de control ubicado justo enfrente de la estación del tren.
Factor determinante: el agua, el recurso vital, el recurso más valioso con que puede contar una comunidad. Anáhuac es, por decirlo, una población ciento por ciento hidrogénica, como lo fueron todas aquellas comunidades que ocuparon las inmediaciones del vaso lacustre que igual parió a “Charco largo”, vaso que a veces quedó casi vacío, provocando con ello más de una emigración.
“Anáhuac”, término de origen náhuatl, significa etimológicamente “lugar de abundante agua”. Toponimia más acertada no pudo ser, pues si un factor que ha contribuido al desarrollo y mantenimiento de la comunidad anahuaquense es, evidentemente, el agua.
Las voces que resuenan como eco de los primeros colonos del lugar cuentan que en Anáhuac era cosa de lo más común encontrar “ojitos” donde los borbotones del preciado liquido regaban las praderas y refrescaban tanto a bestias como a humanos durante las pesadas jornadas en el campo; los aguajes terminaban nutriendo con su caudal el vaso de la laguna que, bajo el espejo de su superficie, amparaba flora y fauna acuáticas de lo más diverso.
Aún en la década de los setenta del siglo pasado las familias de Anáhuac podían disfrutar de campamentos alegres y reconfortantes cerca de los manantiales. Hoy nos imaginamos aquellos parajes, recuperados de una memoria que guardan los anahuaquenses.

Aquellos hoteles

Por: Juan Ramón Camacho Rodríguez

Inconcebible nos resulta el desarrollo de negocios en una comunidad económicamente fuerte sin la asistencia de los servicios de hospedaje para los agentes que, por la naturaleza de sus actividades, inciden en la dinámica de dicho centro poblacional.
La estación de tren del rancho San Antonio de Arenales, inaugurada el último día de 1899, se convirtió en el corazón del poblado que dio origen a Ciudad Cuauhtémoc, Chihuahua. Comenzaba, de esta forma, el desarrollo de una comunidad cuyo ímpetu se aferraría principalmente a la actividad comercial para lograr la prosperidad que ha logrado en su joven vida.
No es difícil imaginar el impacto que causó la llegada del tren a esta zona. En las inmediaciones de la estación florecían los negocios del ramo comercial, especialmente los relacionados con los abarrotes y la compra-venta de semillas y ganado. La economía local comenzaba a consolidarse gracias al tren. Así, este medio de comunicación se convirtió en propulsor determinante del desarrollo urbanístico que en la actualidad ampara a más de ciento veinte mil almas.
Durante el primer cuarto del siglo veinte, se fue conformando la mancha urbana alrededor de la estación, la cual se convirtió en lugar de destino para muchas personas que llegaban por tren a esta zona, un sitio donde el sector de los servicios veía terreno fértil.
Aunque no funcionaba un hotel, algunos de los primeros vecinos asentados en la recién nacida comunidad brindaban hospedaje a uno que otro viajero, y no fueron pocos los personajes que pernoctaron en las reducidas instalaciones de la propia estación, donde el jefe de la misma percibió la gran oportunidad de negocio.
En el año 1927, el cual es significativo para la historia de la localidad, el señor Benito Núñez Calderón, quien era el jefe de la estación, decide poner en operación el primer hotel justo enfrente de la estación: el “Hotel Núñez”, que se encuentra aún en el mismo domicilio. Sin duda que se trató de un acierto, tanto que no tardaron otros en hacer la competencia.
A decir de algunos vecinos del pueblo, después del hotel del señor Núñez, comenzaron a prestar sus servicios otros más, sobre la misma Avenida Juárez. Uno de esos hoteles fue el “Jansen”, el cual, según aquellos que lo conocieron, pertenecía a una familia de menonitas, los cuales, desde su arribo a estas tierras en 1922, vieron la necesidad que había del servicio de hospedaje en un establecimiento adecuado. Es muy probable que este hotel sea el mismo que, a partir de 1928, se llamó “Hotel Cuauhtémoc”, ubicado en la esquina de la Avenida Juárez y la calle tercera.
Luego, al poco tiempo, por la misma avenida pero en su encuentro con la calle séptima, surgió el “Hotel San Antonio”, honrando el nombre de la localidad, la cual crecía a un ritmo tan implacable como acelerado, extendiéndose ya hacia el sur de las vías, en donde a las orillas se construía la plaza principal.
Ocurrió después que en la Avenida Reforma, entre las calles tercera y quinta, se estableció el “Hotel Águila”. Cuauhtémoc ostentaba un vigoroso desarrollo, políticamente la municipalización lo constataba, y económicamente la producción agrícola lo apoyaba.
Las décadas de los veinte y los treinta fueron marco de momentos decisivos para la consolidación económica, política y social de Cuauhtémoc, en la cual, el sector de los servicios tuvo mucho que ver. Los primeros hoteles fueron, seguramente, empresas que apuntalaron la firmeza con la cual nuestro pueblo cimentó su ascenso.

El Arroyo del Muerto


Por: Marcelino Martínez Sánchez



El Arroyo del Muerto. Este arroyo cubre una muy corta distancia, si acaso unos tres kilómetros, a partir de los escurrideros del Cerro del Chiquihuite hasta unirse con Arroyo de San Antonio.
Al pasar por Santa María, asentamiento del Ejido Cuauhtémoc, y según se cuenta por gente no tan vieja, el Arroyo del Muerto llevaba en su corriente las aguas más claras y limpias.
Muchas personas acudían a esas aguas a disfrutar no solo de un agradable paseo, sino a disfrutar de un sano baño de fin de semana.
Recuerdan que en su lecho se formaban profundos hondables que permitían practicar el nado y lanzarse en clavados. Esto ocurría hasta hace apenas unos treinta años.
La ausencia de lluvias y el crecimiento urbano de Cuauhtémoc acabaron con tan romántico lugar, quedando sólo en el recuerdo, en los bellos tiempos que junto con el nombre del citado arroyo, se va perdiendo, desplazado por acontecimientos con que la población continúa enriqueciendo su memoria colectiva.
¿De dónde viene lo de “El Arroyo del Muerto”? Hay quienes aseguran que en los primeros tiempos del siglo pasado, cuando ya estaba la estación ferroviaria de San Antonio de Arenales, vagaba por esos lugares un gringo, quien recorría todos los lugares cercanos. Un día fue encontrado muerto por allá arriba, por donde nace el arroyo. Desde ese momento el arroyo recibió su nombre: “Arroyo del Muerto”.
Hay quien cuenta que aquel gringo que murió en el arroyo fue víctima de un violento asalto, en el cual lo mataron para quitarle los zapatos y la ropa.
Así consigna nuestra tradición oral el origen del nombre con el cual es conocido este arroyo que cruza el barrio Santa María y se une al arroyo San Antonio. La tradición oral, una tradición que debemos conservar, para procurar nuestra identidad.

El gringo muerto

Por: Marcelino Martínez Sánchez (SEHC)

El agudo olfato ha distinguido a los gringos para encontrar los mejores lugares qué explotar, sean áreas mineras, petroleras, forestales o agrícolas, y si en ellas hay mano de obra qué bueno, y si es barata ¡genial!
Los gringos hay llevado con ellos la postura norteamericana de ser, por la gracia de Dios, los portadores de civilización. Justicia, democracia y libertad. Ideas que campean en cualquier en cualquier rincón del mundo, gracias a la oportuna ocurrencia de nativos grupos de lambiscones y aduladores.
Da al caso, que por allá en los lejanos años del origen de Cuauhtémoc, Smith –que ha de haber sido John- llegó por estas serranías próximas al rico mineral de Cusihuiriachi. Al no encontrar muestras que prometieran algo bueno en “los cerros colorados”, decidió recorrer “el Cerro de las Chivas” y “el Cerro del Ahorcado”, que al no contener más que cuarzos sin valor encontró al menos un lugar que le brindaba el agradable panorama de “la Cueva de los Portales”, “las Cuevas Locas” y otros bellos lugares que por ahí se localizan.
El buscador de riquezas ajenas nunca advirtió que desde hacía varios días era seguido por otro vago vividor, de esos que la pasan bien a costa de incautos, quien atraído por la indumentaria y las herramientas del explorador extranjero ha de haber pensado que aquello aguantaría una buena temporada hasta en tanto apareciera otro que resolviera sus apremiantes necesidades.
Así, una tarde en que el güero dormitaba plácidamente a la sombra de un encino, fue sorprendido por aquel pícaro que con enorme cuchillo de manufactura casera, pero de eficacia mortal, acabó con la vida de este personaje procedente de algún lugar de los Estados Unidos de Norteamérica y que vino a quedar casi al pie del “Chiquihuite”, donde lo que sí encontró fue la muerte.
Los que cuentan, como Delfino Torres, viejo campesino de Santa María, dicen que desde entonces ese rumbo del ejido es conocido como “El Arroyo del Muerto”.

CUSIHUIRIACHI





Por Victoriano Díaz Gutiérrez (1926-2003)


En el noroeste chihuahuense, a orillas de la Sierra Madre Tarahumara, se encuentran las ruinas de lo que en otro tiempo fue el rico mineral de Cusihuiriachi. El descubrimiento de este mineral se remonta a los últimos años del siglo XVII, concretamente en el año de 1687.
Desde sus inicios como Real de Minas fue dotado de solares para edificar casas constitoriales y conventos, así como la edificación de su templo, destinado a venerar en él la advocación de la santa de Lima del Perú, primera santa de América.
Ricas fueron las construcciones de sus casas donde sus gobernantes tuvieron sus domicilios y sedes de gobierno. No menos lujosas las moradas de sus ricos comerciantes y mineros que habitaron en sus solares.
Durante más de dos siglos sus minas produjeron grandes cantidades de plata. De sus dominios salieron colonizadores a poblar nuevos descubrimientos mineros y a formar nuevos centros poblacionales.
Su extensión territorial abarcaba más de la tercera parte de lo que hoy es el estado de Chihuahua. Apellidos de grandes próceres chihuahuenses están íntimamente ligados con el nombre de “Cusihuiriachi”.
Pero de todo ese esplendor que un día tuvo este rico Real de Minas, hoy no queda nada más que como un mudo testigo de tiempos mejores el templo de Santa Rosa de Lima, en cuyo interior se guardan objetos que nos hablan de épocas de grandeza y bonanza.
Los retablos de dicho templo, a pesar de haber sufrido el descuido y el mal trato, nos muestran vestigios de la hermosura que un día tuvieron; las bellas imágenes que allí se veneran nos hacen sentir como si viviéramos en el pasado; sus deteriorados cuadros, pintados por prestigiados artistas del siglo XVIII; sus pilas bautismales: ¡cuántos nobles chihuahuenses pondrían sus cabezas al borde de ellas para recibir las aguas del bautismo!
Cuánta leyenda surgió alrededor de sus veneradas imágenes al curso de los muchos años. Dos de ellas serán suficientes para ilustrarnos sobre las creencias de las gentes que habitaron estos lugares.
Una de esas leyendas es la que nos narra cómo la imagen de Nuestro Padre Jesús, venerada en este templo, llegó un día a la casa de un comerciante del barrio del Santuario de Guadalupe sobre los lomos de una mula.
Otra leyenda, pero ésta mucho más reciente –pues apenas sucedió en los años de persecución religiosa, o sea en tiempos de la Cristiada-, nos habla de cómo un demente conocido en el pueblo como “El tonto Molina” fue pagado por un vecino del templo que presumía de ser ateo, quien armó al pobre loco con unas tijeras y le instó a que le recortara la falda a la imagen de la santísima virgen y la pusiera a la moda en su peinado. Entró “el tonto Molina” al templo, llevando al cabo su sacrílega acción al cortar la cabellera a la estatua de la virgen y tomándola como un trofeo, junto con la tela que cortó de la falda. Salió del sagrado recinto y, cuando se encaminaba rumbo a la casa de su protector, un toro cortado de una manada que era conducida rumbo al rastro lo embistió y con uno de sus pitones lo golpeó en la cara sacándole un ojo. Y desde entonces en su rostro una mueca horrible, su boca babeante, un constante lagrimeo donde había tenido su ojo y la mano con la que había cometido su sacrílega acción siempre temblándole.
Para mucha gente, aquello fue un castigo por su acción tan ruin; y para otros no fue más que una mera casualidad. Pero algunos aseguran que es ahí donde empieza el ocaso de otrora rico mineral.
Todo esto puede ser pura leyenda, mas lo que sí es cierto es que en este pueblo todo lo que fue edificado por el hombre para el hombre, hoy ha desaparecido, mientras que el templo, que fue edificado y dedicado a un servicio sagrado y santo, ahí está recordándonos que existió un rico mineral, que sus minas arrojaron grandes cantidades de plata, que grandes hombres salieron de sus solares. Ricos pueblos se enorgullecen de haber formado parte de su territorio.
Ahí está el viejo y querido templo de Santa Rosa de Lima; ahí está… inmortal.

Cusihuriáchic, en su 321 aniversario


Por: Marcelino Martínez Sánchez

Aquí donde los sabios rarámuris vieron en el cerro alto la forma del palo parado o “cusi”, que es el bastón sagrado heredado al indio que conserva toda la sabiduría tarahumara.
♦♦♦
Estas tierras fueron vistas por los españoles hacia el 1649, cuando el gobernador de la Nueva Vizcaya, don Diego Guajardo Fajardo, reprimía a los tarahumaras sublevados del rebelde Teporaca.
♦♦♦
La primera vista que tuvieron los españoles de estas tierras fue la abundancia de corrientes de agua, de lagunas y abundancia de bosques.
♦♦♦
El avance evangelizador de los frailes jesuitas llevó a que los indígenas de aquí acudieran a la atención de Barrio Nuevo y Gamboa en la misión de San Bernabé que fundaron hacia 1674.
♦♦♦
Buscando protección al castigo paterno de María Quiroga, Antonio Rodríguez Encontró en esta sagrada serranía las vetas de plata que desde aquel 4 de agosto de 1687 convirtió a Cusihuiriáchic en el Real de Minas que la religión española puso bajo el amparo de Santa Rosa de Lima.
♦♦♦
Con 321 años Cusihuiriáchic recuerda las inmensas riquezas extraídas de sus minas como San Bernabé, San Miguel, Promontorio y La Reina, que su filón de plata provocó muchos comentarios, mitos y leyendas en 1897.
♦♦♦
Es importante momento para hacer desfilar en la memoria de este pueblo minero nombres y apellidos que aparecen en la muy rica historia de Cusihiriáchic y que están relacionados con la plata, empezando con Antonio Rodríguez y María Quiroga, Cortez de Monroy, Trasviña y Retes y muchos más.
♦♦♦
Que se sepa que a la plata de Cusihuiriáchic están asociados también los apellidos Nevárez, Ramírez, Barbier y Salas, en la bonanza de La Reina y la jugada tracalera de Mc Curdy.
♦♦♦
En la suerte de este mineral está Mr. Fink, quien en 1937 provocó la inundación de las más importantes minas, trasladando sus intereses mineros a la ruidosa y novedosa mina de oro de Maguaríchic.
♦♦♦
Del viejo mineral de Cusihuiriáchic a más de la la leyenda de su fundación, son bonitas la leyenda de “La Reina” y el mito de “El Nazareno Milagroso”.
♦♦♦
Cusihuriáchic ha sido en dos ocasiones capital del gran estado de Chihuahua, en 1876 y en 1928.
♦♦♦
El patriota republicano, vencedor de la batalla del Mortero, asesinado y quemado en Los Álamos de Cerro Prieto en 1866, era originario de Cusihuiriáchic.
♦♦♦
A partir de 1911, Cusihuiriáchic estuvo comunicado por un ferrocarril que corría a San Antonio de Arenales, hoy Cuauhtémoc.
♦♦♦
Otros destacados hijos de Cusihuiriáchic lo fueron el director de cine Graciano “Chano” Urueta y el ilustre nutriólogo Doctor Salvador Zubirán.
♦♦♦
La decadencia minera de Cusihuriáchic en 1937 lo llevó a convertirse en un pueblo fantasma y que al rescatarse su inmensa riqueza histórica se ha convertido en un pueblo mágico al que la antropología pronto lo convertiría en un lugar sagrado por el origen de su nombre.
♦♦♦
Cusihuriáchic fue de los municipios con que nace el Estado Libre y Soberano de Chihuahua, con la República Mexicana en 1824.

El cumpleaños de Cusi







Por: Juan Ramón Camacho Rodríguez

El mineral de Cusi celebra su cumpleaños el cuatro de agosto. Hace trescientos veintiún años se descubrió la veta de plata que desataría el vertiginoso ascenso de un poblado que llegó a trascender política, social y económicamente.
La historia del origen de Cusihuiriachi resulta ser una clásica historia romántica en la cual el amor hace milagros… y la plata también. Una fuga pasional y el abrigo de una fogata. El amor y la fortuna. La riqueza y un final feliz.
El mineral de Santa Rosa de Cusihuriachi se descubre en el verano de 1687. Dicen que el fuego de una hoguera, cuyo calor cobijaba a una pareja de enamorados que huía desde Cieneguilla, produjo un hilillo plateado que causó el asombro de los amantes. Y aparte del asombro les ocasionó un desahogado porvenir.
Los personajes de esta idílica historia –que a fuerza de repetirse se ha convertido en relato oficial- son los jóvenes Antonio Rodríguez y María Quiroga. Él, un peón minero del Real de Minas de Cieneguilla, quien llegó a la región expulsado de Nuevo México; ella, la hija consentida de un rico y poderoso propietario del mencionado mineral.
Antonio y María se conocen y se enamoran. El padre de ella, como era de esperarse, se opone a la relación. La pareja decide huir. Los persiguen. Se esconden en los pliegues rocosos de la orilla de la serranía. En la madrugada del cuatro de agosto encienden una hoguera cuyo calor y luz delatan el metal entre las piedras.
Así que: más que la “luna de miel”, fue la “luna de plata” la que les garantizó un buen futuro. Sobra decir que el muchacho vagabundo y pobretón que tuvo la osadía de robarse a la hija del rico del pueblo, terminó siendo bien aceptado por éste, naturalmente.
Comenzaba la historia del mineral de Cusihuriachi, que junto a Parral y Santa Eulalia, contribuiría a una época grandiosa de nuestro estado. Se le llamó Santa Rosa de Lima en honor a una mujer de la época, cuyo nombre había trascendido las fronteras de Perú, en donde, según los fieles, hacía milagros.
Cusi celebra su nacimiento. El próximo domingo tres de agosto, a partir de horas tempranas, se llevará a cabo una cabalgata desde Cieneguilla hasta el mineral cumpleañero, donde el arribo esta programado para las cinco de la tarde. Es la “cabalgata del amor”, aludiendo al escape que terminó por dar origen al mineral. Muchas parejas (se espera que sean por lo menos cien) habrán de participar en dicha cabalgata.
El mismo domingo, en el poblado de Cusihuiriachi, habrá música, cantantes y grupos de danza. Termina la jornada con un baile enfrente de la Presidencia Municipal. Y el día cuatro se realizará una ceremonia cívica, así como proyección de documentales y una conferencia sobre el mineral. Vamos, pues.

El Rancho de Bustillos




Por: Marcelino Martínez Sánchez

Don Mateo Domínguez, ante las bondades geográfico-ambientales que ofrecían los territorios adquiridos, no dudó en convertir aquellos maravillosos parajes en algo promisorio, que distinguiera aún más su prosapia, como así lo fue al desarrollar una de las más famosas ganaderías de que se tenga noticia, aunque se tratara de una empresa no garantizada, por aquello del persistente reclamo de los indios desplazados por el avance conquistador, la circunstancia obligó a que las construcciones más que de vivienda y ganaderas parecieran auténticas fortalezas, siempre dispuestas a resistir los ataques rarámuris o apaches, de tal suerte que para cuando don Juan José Bustamante ocupó como dueño el rancho Bustillos, aunque ofreciera las mejores condiciones de ubicación al poniente del famoso Charco Largo, el hostigamiento cada vez más osado de los apaches obligó al casi total descuido y abandono de la ganadería, que no resistió la quiebra, quedando fiscalmente muy comprometida y que luego, gracias a las facilidades dadas por el gobierno de Chihuahua, fue adquirida por don Alejandro Cuilty, que posteriormente vendió al trío de socios y parientes: Luis Terrazas, Carlos Moye y Pedro Zuloaga, quedando finalmente como único dueño éste último, que definitivamente no aguantó las incursiones de Jerónimo y trasladó la estancia a las proximidades del picacho, lugar donde hasta la fecha podemos contemplar las majestuosas instalaciones que hablan de un refinado crecimiento de finales del siglo XIX y principios del XX, o sea, del fin de la apachería a la revolución; período que conocemos como porfiriato, en el que no sólo la Hacienda de Bustillos, sino cualquier hacienda de México tuvo su época de esplendor.
Observando el lugar donde estuvo el rancho Bustillos, podemos señalar que hay una pequeña prominencia rocosa que ofrecía repechos para los animales, quedando las casas para el lado sur del pequeño cerro y a unos 200 metros con rumbo a la laguna había un gran manantial que ocupaba aproximadamente una hectárea, donde sus profundas fosas permitían la existencia de dos o tres clases de peces y otros animales acuáticos, y en sus alrededores una arboleda que se prolongaba por una acequia rumbo al rancho.
Hoy, corrales, casas, tules y aguas cristalinas sólo son parte de la narrativa.

Primeros Propietarios


Por: Felipe Valero Martínez

Antes de adentrarnos en la larga madeja de la historia, es justo recalcar que estas tierras que ahora nos cobijan pertenecieron solamente a una identidad etnológica: los tarahumaras. Ellos fueron los primeros en aposentarse en estos lugares; por lo tanto, fueron los amos y señores por largos siglos, nadie más; hasta la llegada de los elementos básicos de la conquista, primero la cruz, después la espada, el arcabuz, la lombarda… y el látigo.
No había límites en cuanto a la pertenencia de la tierra; eran muy anchos y dilatados, por tanto, oscuros, ignorados. Nunca hubo una demarcación precisa en la cual se iniciaran o se terminaran los señoríos o reinos de las distintas tribus que pululaban por estos lugares. Las annuas y crónicas de los misioneros jesuitas o franciscanos básicamente nos hablan de que las distintas tribus guerreaban entre sí y que algunas de tipo nómada se establecían por corto tiempo en estos lugares.
Mencionan con alguna frecuencia a los tobosos, ocasionalmente a los indios chínipas, a la tribu de los papigóchic o a los warojíos; pero en general, todos tenían un tronco común en el origen del lenguaje. Eran ramas de un mismo origen, pero reafirmamos que los genuinos dueños de estas tierras eran los tarahumaras.
Antes del año de 1675, a estas tierras se les llamó realengas por su supuesta pertenencia al rey de España, por derecho de conquista y quien también, supuestamente, gobernaba en toda la Nueva España. Su representante era el virrey quien vivía en la capital del virreinato: Ciudad de México.
Los primeros datos acerca de la propiedad de esta región se refieren a un capitán llamado Antonio de o del Castillo; de ahí se derivó el primer nombre de la Laguna del Castillo, misma que será conocida después con el nombre de Laguna de Bustillos. Ahora bien, desde el punto de vista misional, o sea, de influencia religiosa, esta pertenecía a la cabecera misional de la Alta Tarahumara, misma que incluía, entre otras, a las siguientes poblaciones: Carichic, Sisoguíchic, Coyáchic, Nonoava, Norogáchic, Teméchic y Papigóchic. Lógico es que incluyera a los habitantes de esta región.
Hemos encontrado una interesante anotación del maestro Francisco R. Almada, en la que menciona a don Antonio del Castillo como dueño de la hacienda de San Bernabé de la Laguna del Castillo, a la que sitúan en lo que hoy es el municipio de Riva Palacio.
Después, en algunos libros se menciona como propietario de las tierras cercanas a dicha laguna, a un don José de Sáenz. Es muy posible que se trate del mismo personaje que le dio su nombre a un pueblito cercano del municipio de Guerrero llamado precisamente así, Sáenz.
*Del capítulo VIII del libro “Ciudad Cuauhtémoc, su historia”. Segunda edición. 2006.