Anáhuac

Por: Juan Ramón Camacho Rodríguez


Anáhuac. Aquí está, en un punto geográfico que ha sido generoso en cuanto a recursos naturales. Es un lugar que ha sido bueno con la vida. Restos fósiles de plantas y animales han delatado la antigüedad de tal generosidad.
Esta localidad ha sido poblada diacrónicamente por tarahumaras y apaches, por servidumbre de terratenientes, por obreros de industrias que trajeron bonanza económica a la región. Lugar de pesca, de cacería, de ganadería, de agricultura, de comercio y de industria. Lugar de gente con fe inquebrantable.
Antes de que el complejo industrial encabezado por Celulosa de Chihuahua viniera a dar auge económico a esta zona, Anáhuac era ya una inquieta comunidad con mucho entusiasmo. En el primer cuarto del siglo veinte la inspiración agrarista motivaba a los pobladores de la región. De hecho, el nacimiento de Anáhuac como sección municipal de Cuauhtémoc obedece, principalmente, al vigor mostrado por los productores agrícolas de la Laguna de Bustillos.
Anáhuac es un centro poblacional enclavado prácticamente en el corazón mismo de lo que llegó a ser la Hacienda de Bustillos. En 1923 gracias a la voluntad tesonera de Guadalupe Gardea Montes de Oca, se fundó la Colonia Agrícola Gardea, en las inmediaciones del rancho “Charco largo”, en el costado suroeste de la Laguna de Bustillos. Don Guadalupe se convirtió en eficaz líder de los campesinos laguneros que esperaban dotación de tierras cultivables una vez concluida la Revolución iniciada en 1910. La entrega de dichas tierras se llevó a cabo de manera oficial hasta 1931, convirtiéndose en un ejido.
Con el ímpetu propio del crecimiento y la prosperidad, la Colonia Gardea se convierte en Anáhuac, Sección del Municipio de Cuauhtémoc, el 17 de diciembre de 1932. Con esta categoría se reconoce el papel de Anáhuac en la conformación del nuevo orden político y económico que se venía construyendo.
Fue la bondad geográfica de Anáhuac la que atrajo la inversión industrial a mitad de siglo, cuando al sur de la colonia comenzaron a erguirse a partir de 1953 las imponentes estructuras de acero y concreto que serían las plantas de Celulosa y Viscosa, que comenzaron operaciones en 1956 (luego vendría la planta de Ponderosa). Al frente de ellas, rumbo al poniente, se construyó el conjunto habitacional para obreros y empleados de las empresas. Pozos de agua fueron perforados en considerable cantidad entre la laguna y las fábricas, pozos cuya operación automatizada dependía de un centro de control ubicado justo enfrente de la estación del tren.
Factor determinante: el agua, el recurso vital, el recurso más valioso con que puede contar una comunidad. Anáhuac es, por decirlo, una población ciento por ciento hidrogénica, como lo fueron todas aquellas comunidades que ocuparon las inmediaciones del vaso lacustre que igual parió a “Charco largo”, vaso que a veces quedó casi vacío, provocando con ello más de una emigración.
“Anáhuac”, término de origen náhuatl, significa etimológicamente “lugar de abundante agua”. Toponimia más acertada no pudo ser, pues si un factor que ha contribuido al desarrollo y mantenimiento de la comunidad anahuaquense es, evidentemente, el agua.
Las voces que resuenan como eco de los primeros colonos del lugar cuentan que en Anáhuac era cosa de lo más común encontrar “ojitos” donde los borbotones del preciado liquido regaban las praderas y refrescaban tanto a bestias como a humanos durante las pesadas jornadas en el campo; los aguajes terminaban nutriendo con su caudal el vaso de la laguna que, bajo el espejo de su superficie, amparaba flora y fauna acuáticas de lo más diverso.
Aún en la década de los setenta del siglo pasado las familias de Anáhuac podían disfrutar de campamentos alegres y reconfortantes cerca de los manantiales. Hoy nos imaginamos aquellos parajes, recuperados de una memoria que guardan los anahuaquenses.

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