Fiestas patrias



Por: Marcelino Martínez Sánchez


El 16 de septiembre estamos de fiesta, en memoria del glorioso momento en que el párroco de Dolores, en Guanajuato, Miguel Gregorio Antonio Ignacio Hidalgo y Costilla y Gallaga, mejor conocido como el “cura” Hidalgo, en el amanecer de ese día de 1810, arengó a la masa de oprimidos a rescatar su dignidad de personas, arrebatada durante trescientos años por el insaciable español ávido de riqueza y explotación.
A San Felipe el Real de Chihuahua le tocó ser testigo, como cabecera de la comandancia militar de las provincias internas, del juicio y muerte de Hidalgo y de los caudillos que con él fueron traicionados en Norias de Baján, cerca de Monclova, en el hoy estado de Coahuila.
Suerte tan dolorosa caló profundamente en el espíritu de las gentes de esta muy lejana provincia, pero que agradecida con aquellos que se ofrendaron por la libertad de los irredentos, convirtieron en recintos sagrados todos los lugares donde pasaron sus últimos días los caudillos de la insurgencia independentista, como los monumentos que con cabeza de águila marcan la ruta de la independencia desde Dolores a Chihuahua.
El calabozo donde Hidalgo dedicó unos versos al alcaide y su carcelero, palabras que identifican al hombre bueno, reflejo de su religión. El lugar donde fue fusilado el 30 de julio de 1811, convertido en Altar a la Patria. El templo de San Francisco, donde unas placas explican la permanencia de los restos del cura de Dolores en ese lugar. Y la Plaza Hidalgo, que tiene las esculturas de estos héroes fusilados en Chihuahua.
Con los decretos de la naciente República Mexicana, reconociendo como héroes de la Patria a los primeros caudillos, se rescatan sus restos junto con las cabezas que fueron expuestas en jaulas en las esquinas de la Alhóndiga de Granaditas, y depositarlos en lo que ahora conocemos como el Ángel de la Independencia en la capital de la República.
Los chihuahuenses como sociedad triunfante del movimiento de independencia, dieron el nombre de los caudillos a muchas poblaciones, sustituyendo el que habían puesto los españoles durante la Colonia, así: San José del Parral, pasó a ser Hidalgo del Parral; San Bartolomé, Valle de Allende; Huejoquilla, Jiménez; Santa Rosalía, Camargo; Santa Cruz de Tapacolmes, Rosales; San Jerónimo, Aldama; y la Purísima Concepción, Guerrero.
El reconocimiento y agradecimiento a los que nos dieron patria y libertad continúa den las generaciones de nuevos mexicanos, por eso los nombres de los caudillos insurgentes están en los pueblos, calles, instituciones, organizaciones y en todo aquello que sublima el ideario de Morelos, la magnanimidad de Nicolás Bravo, el arrojo de Guadalupe Victoria, la grandeza de Galeana o la lealtad de Matamoros.
Nos sobran motivos para celebrar en todo lo que vale la felicidad de la independencia y libertad por la que tanto se luchó y se lucha.
¡Viva México!

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