El gringo muerto

Por: Marcelino Martínez Sánchez (SEHC)

El agudo olfato ha distinguido a los gringos para encontrar los mejores lugares qué explotar, sean áreas mineras, petroleras, forestales o agrícolas, y si en ellas hay mano de obra qué bueno, y si es barata ¡genial!
Los gringos hay llevado con ellos la postura norteamericana de ser, por la gracia de Dios, los portadores de civilización. Justicia, democracia y libertad. Ideas que campean en cualquier en cualquier rincón del mundo, gracias a la oportuna ocurrencia de nativos grupos de lambiscones y aduladores.
Da al caso, que por allá en los lejanos años del origen de Cuauhtémoc, Smith –que ha de haber sido John- llegó por estas serranías próximas al rico mineral de Cusihuiriachi. Al no encontrar muestras que prometieran algo bueno en “los cerros colorados”, decidió recorrer “el Cerro de las Chivas” y “el Cerro del Ahorcado”, que al no contener más que cuarzos sin valor encontró al menos un lugar que le brindaba el agradable panorama de “la Cueva de los Portales”, “las Cuevas Locas” y otros bellos lugares que por ahí se localizan.
El buscador de riquezas ajenas nunca advirtió que desde hacía varios días era seguido por otro vago vividor, de esos que la pasan bien a costa de incautos, quien atraído por la indumentaria y las herramientas del explorador extranjero ha de haber pensado que aquello aguantaría una buena temporada hasta en tanto apareciera otro que resolviera sus apremiantes necesidades.
Así, una tarde en que el güero dormitaba plácidamente a la sombra de un encino, fue sorprendido por aquel pícaro que con enorme cuchillo de manufactura casera, pero de eficacia mortal, acabó con la vida de este personaje procedente de algún lugar de los Estados Unidos de Norteamérica y que vino a quedar casi al pie del “Chiquihuite”, donde lo que sí encontró fue la muerte.
Los que cuentan, como Delfino Torres, viejo campesino de Santa María, dicen que desde entonces ese rumbo del ejido es conocido como “El Arroyo del Muerto”.

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