Por: Victoriano Díaz Gutiérrez (1926-2003)
Pocos años duró la apacible vida del pequeñísimo grupo de casas de San Antonio de los Arenales. Los movimientos armados surgidos con la Revolución habían propiciado que desaparecieran los caporales, mayordomos y vaqueros. La famosa riqueza ganadera que había dado vida a la región entera se vino abajo. Había quedado abandonada la grande galera construida por la casa Zuloaga, y en su abandono se convertiría en una ruina acusadora que lentamente se acercaba a su destrucción total.
Sin embargo, San Antonio de los Arenales había alcanzado ya cierta importancia gracias a su flamante estación del ferrocarril y a su recién construido ramal ferroviario que lo unía con Cusihuiriachi desde el mes de marzo de 1911.
Cuántas penalidades deben haber sufrido los poquísimos habitantes del lugar, al quedar sin recursos para subsistir, aparte de sufrir infinidad de veces la interrupción de todas las comunicaciones, puentes quemados, líneas telegráficas cortadas, el paso de los diferentes cuerpos guerreros que necesariamente se convertían en grandes sufrimientos para los habitantes de esta apartada región.
Así llega el año de 1916, con el cual llega al pequeño poblado de San Antonio de los Arenales la expedición punitiva, bajo el mando del General John J. Pershing, quien se había adentrado en el país con la consigna de capturar vivo o muerto al temible Pancho Villa, después de que este legendario guerrillero les asaltó el pueblo fronterizo de Columbus. Así, por primera vez el nombre del pequeño poblado de San Antonio de los Arenales aparece en el mapa a nivel internacional, hablando en términos de historia.
El insigne historiador cuauhtemense por adopción pero de origen alemán, don Walter Schmiedehaus, nos narra cómo el general Pershing fracasó en su intento y que al fin tuvo que abandonar el territorio nacional sin Pancho Villa, y nos platica un hecho muy poco sabido: de cómo, al estar él personalmente en San Antonio de Arenales, instaló sus oficinas en un pequeño cuarto de adobe en el que se encontraba instalada la bomba de agua del ferrocarril.
Cinco años de una relativa oscuridad en la que unos cuantos servidores de la Casa Zuloaga vivían explotando pequeñas parcelas agrícolas, y otros explotaban los bosques cercanos para surtir de leña al tren y al cercano mineral de cusihuiriachi. Ya se escuchaban los apellidos Baray (un pozo que surtía de agua se conocía como “el pozo de los Baray”), Frescas (apellido del Capitán Ramón, quien habría de escribir una página en la naciente historia de San Antonio de los Arenales, durante el movimiento “escobedorista”), Meléndez (quienes sobresalieron en el campo empresarial), Sánchez (en la agricultura), Chávez (en la política), Quezada (provenientes de Jalisco) y Tapia (de origen ferrocarrilero). Personajes con estos apellidos, junto con otros más del rumbo de Cusihuiriachi, y apoyados por el ayuntamiento de dicho mineral, dan los primeros pasos para que, en 1921, hacen resurgir al pueblo con ayudo del gobierno del estado para convertirlo en cabecera de la Sección Municipal de la Laguna, dependiente del Municipio de Cusihuiriachi, el cual atravesaba una época de bonanza e importancia notable en producción minera.
Pero el cambio realmente radical y decisivo se registraría un año después.
*Documento de los archivos de la Sociedad de Estudios Históricos de Cuauhtémoc “Victoriano Díaz” A.C. Recordando un aniversario de la muerte su autor, ocurrida en junio de 2003.
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